ENTREVISTA
Una semana antes de ser nominado para el Premio Altazor 2006, por el libro "Restaurant Chile", conversamos con el autor sobre ese mismo texto y sus múltiples proyectos poéticos, de rescate de la memoria y del habla del pueblo, los que realiza en diversos formatos: impreso, audiovisual y fotográfico.
He aquí lo conversado con el poeta.
Destacado exponente de la generación del 60, obtuvo los premios de poesía de la FECH del 71 y el 72. Vivió como protagonista el gobierno popular y resistió la tragedia de la dictadura. José Angel Cuevas es un sobreviviente. Hoy vive de una pensión de exonerado que le alcanza para poco y nada, viviendo, como la mayoría de los chilenos: "a salto de mata". "Inventando pegas" para sustentarse. Eso sí, se las arregla para publicar periódicamente y dedicarse a los trabajos audiovisuales que también lo ocupan. Su obra es extensa: "Efectos personales y dominios públicos" (1979), "Introducción a Santiago"(1982), "Contravidas" (1983), "Canciones rock para chilenos" (1987), Cánticos amorosos y patrióticos" (1988), "Adiós muchedumbre" (1989), "30 poemas del ex-poeta José Angel Cuevas" (1992), "Proyecto de país" (1994), "Poesía de la comisión liquidadora" (1997) y "Maxim, carta a los viejos rockeros" (2000). Próximamente, lanzará un libro-acción de arte sobre la historia de la UP, y prepara un documental "artesanal" sobre el mismo período.
Su última publicación "Restaurant Chile" (Ediciones La Calabaza del Diablo), pudo también haberse llamado 'Manicomio' u 'Hospital Chile', nombres que le parecía más apropiado al autor por su asociación a lo enfermo, pero finalmente, en consenso con los editores, quedó como Restaurant Chile", reflejando los diversos mundos que se reúnen alrededor de las mesas de estos locales.
En "Restaurant Chile", el autor autoantologa los últimos 25 años de su trabajo, reflejando el país que perdimos y el que vivimos. "Soy poseedor de un tiempo y ese tiempo lo juego como un ajedrez interior", explica José Angel Cuevas. Su hablante lírico deambula por una ciudad que ya no fue, que sufre las ausencias, que aún no se recupera del golpe (de manera literal), y se deja llevar, vejado y errático, por una ciudad que ha crecido en altura y cemento, pero sin humanidad, sin pueblo.
Su poesía está inserta en el país y florece de él. Su subjetividad lo filtra y lo muestra sin adornos ni juego de luces.
- La sociedad actual que refleja su libro es de color gris. El hablante mira todo, narra lo que ve y después vuelve "a sus zapatos".
"Ah claro, ese poema se llama la Liquidación del yo. Se me ocurren miles de empleados que he conocido, que viven con su pintita, sus zapatitos y la soledad de su persona. Ese es un aspecto pero hay muchos otros. En el libro hay distintos períodos. Primero está el homenaje a los años 60, los grandes relatos, las grandes glorias chilenas, el mundial del 62, el triunfo inolvidable de Salvador Allende y después, el desgarro de las personas, pero esto englobado como el difariar de militantes arrojados al vacío, que quedaron ahí pagando, y está lleno, lleno de héroes diría también yo.
El otro aspecto que tomo es a los que se quedaron aquí, en contraposición con los que volvieron. En una conversación larga en una tomatera con un retornado, me dijo, sabes lo que faltó en todo este cuadro, es la palabra de los que se quedaron y es verdad porque los que volvieron tomaron la voz y vamos haciendo consensos, y los que se quedaron aquí estuvieron silenciados".
- En "Restaurant Chile", se presenta al país desde la óptica de alguien que lo vivió, lo vive y lo sufre.
"Yo siempre he mirado en el pasado la poesía realista, exterior, pero yo dije, lo voy a hacer al revés: que la realidad sea desarrollada poéticamente a partir de la subjetividad. O sea mostrar como el poeta vive los hechos. Por eso invento estos hablantes."
"Cuánto echar de menos"
- Hablantes que viven los hechos y van relatando lo que sienten con lo visto.
"Yo quiero pensar toda la militancia como un gran desvarío, un gran soliloquio, que de hecho yo lo he vivido, en conversaciones de bares en conversaciones íntimas, de dolor, el todo esto que pasó y que está grabado en nosotros. Yo cumplí 60 años y viví toda la grandeza del levantamiento popular y esa inmensa trascendencia del gobierno popular y después todo el horror. Horror que sale de la voces, de las conversaciones, de las borracheras, del dolor. Porque imagínate cuántas conversaciones he tenido en mi mente, cuánto echar de menos, a los de afuera, a mis amigos. Cuánta desilusión al volver a la democracia, cuánta caída, cuanto olvido. al militante que está ahí olvidado, porque hay gente que ha hecho grandes cosas, héroes de los 80, que lucharon y gracias a ellos se abrió este camino. y a esos hombres los he visto por ahí. Sin un peso en los bolsillos, sin dientes, deshechos".
La tarea del poeta
Como obseso, José Angel Cuevas, lee todo cuanto trate los años de dictadura, por sus manos ha pasado lo investigado por Olivia Monckeberg, por Mónica González, los más diversos testimonios y relatos. Lo suyo es unir los pedazos, armar el puzzle de lo que fue la dictadura, no como un ejercicio de la memoria sino por necesidad, nos dice. "Por necesidad de saberlo todo, de saber cómo destruyó a los seres, como destruyó a los míos".
Se niega a dar vuelta la hoja sin desentrañar todo, sin que quede al descubierto la basura oculta bajo la alfombra. "El pasado es mentira que está cerrado, el pasado recién se está descubriendo. Porque ellos querían que hubiera un pasado que les hubiese gustado, pero el pasado ya está modificado".
-¿Hay escepticismo en tu poesía?
"No me muevo en el plano del escepticismo u optimismo. Hay poesía, como la de Neruda, Huidobro, de Rocka, todos esos grandes lenguajes -los adoro y están conmigo-, que encuentro que no es una poesía que sirva para la conciencia de hoy. Yo lo que quería construir es una poesía que sirva a hoy después de la tremenda catástrofe que nosotros cargamos".
-¿Y cuál sería la misión de la poesía hoy?
"En Latinoamerica no hay filosofía, o hay una filosofía en ciernes, por eso vivimos de lo de afuera, de los grandes filósofos. Entonces el pensar nuestro es la poesía. Esto no lo sabía, lo sé ahora, lo descubrí a través de Patricio Marchant ("De árboles y madres"). En la gran poética chilena está implícito un pensamiento: la poesía es el ser realmente. Desde el punto de vista Heideggeriano, el ser es el lenguaje y el lenguaje está en las obra de arte, en este caso en la poesía. Para nosotros los latinoamericanos, nuestro ser lo tenemos que buscar en la poesía, en la gran literatura.
En el caso mío, la verdad donde yo me estoy dando vuelta, es todo lo que vivimos, la tragedia del pueblo y su desaparición, porque eso es lo más importante: la desaparición de la voz del pueblo como actor. Aquí el pueblo desapareció y quedó la voz de los que quedaron, los del sistema".
¿El sentimiento es de derrota?
"Son varias las cosas que hay que desmontar del presente. Primero escribir poesía como desvaríos o pesadilla de militante, eso me satisface mucho, con imágenes, porque está lleno de imágenes, escribir un gran poema me hace tremendamente feliz y eso no es derrota. Pero la derrota existió, para que estamos con cosas. Todos lo entienden así.
Fue el momento más grande del pueblo de Chile. Los tuvimos entre la espada y la pared. Les quitamos el cobre, los monopolios. y no se podían quedar con las manos cruzadas y convirtieron esto (el país) en un infierno".
Homenaje
Ha sido dándole vueltas a estos temas en largas conversaciones con amigos que decidieron pasar a la acción. "Quisimos hacer algo por dejar marcado en la ciudad y en la memoria un homenaje y un reconocimiento grande a la lucha clandestina y a la resistencia. Estamos haciendo un proyecto, y la idea sería que instalar en cada comuna una pequeña estatuilla que muestre los lugares y la gente que luchó y que entregaron su vida en los momentos más terribles de ocupación militar absoluta". Para el poeta no es posible "quedarnos de brazos cruzados y olvidar no más". Nadie quiere recordar, dice el poeta, y los que queremos hacerlo, "tenemos que hacerlo a contrapelo". Es por eso que gestionan con Juntas de Vecinos, organizaciones sociales y vecinales, levantar estos memoriales por "aquellos que prestaron una casa, tuvieron un mimeógrafo, realizaron reuniones clandestinas, cayeron detenidos, montaron un diario. En los años más difíciles de la dictadura. Para que la gente sepa que todo eso estaba ahí, al abrir la puerta de sus casas, que el borrachito fue un gallo que prestó su casa, que tiraba los planfletos.".
El afán del poeta es la memoria, "que no se olviden de la grandeza", dice, esperando no ser una grito en el desierto.