Carlos Drummond de Andrade - eneabiumi

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Carlos Drummond de Andrade


Autopresentación

“Nací en Itabira, Minas Gerais, en 1902, el medio físico y social de mi tierra me marcó profundamente. Pertenezco a la clase media brasileña. Me gané la vida como funcionario público y periodista. Me dediqué a la literatura por placer. Mis libros son de prosa y poesía. En la primera categoría, los textos incluyen cuentos, crónicas y algunas tentativas de crítica literaria. Me ligué en la mocedad al movimiento modernista brasileño, que se afirmo en Sâo Paulo, en 1922, y que dio mayor libertad a la creación poética. Libertad que no es absoluta, pues la poesía puede prescindir de la métrica regular y del apoyo de la rima, pero no puede escapar al ritmo, esencial a su naturaleza. Hay muchas experiencias de vanguardia, tratando de abolir todo lo que caracteriza el arte de la poesía, pero ninguna hasta hoy consiguió acabar con la melodía y la emoción del verso auténtico...Después de practicar la literatura durante más de 60 años, publicando 16 libros de prosa y 25 de poesía, no cultivo ilusiones, pero continuo creyendo con el mismo fervor en la belleza de la palabra y en el texto elaborado con arte.”

Carlos Drummond de Andrade, uno de los poetas brasileños más importantes del Siglo XX, murió el 17 de agosto de 1987.


   
Antología provisional

Manos dadas
No seré el poeta de un mundo caduco.
Tampoco cantaré al mundo futuro.
Estoy atado a la vida y oigo a mis compañeros.
Entre ellos, considero la enorme realidad.
El presente es tan grande, no nos separemos.
No nos separemos mucho, vamos de manos dadas.
No seré el cantor de una mujer, de una historia,
no diré los suspiros al anochecer, el paisaje visto desde la ventana,
no distribuiré estupefacientes o cartas de suicida,
no huiré para las islas ni seré raptado por serafines.
El tiempo es mi materia, el tiempo presente, los hombres presentes
la vida presente.

Elegía 1938
Trabajas sin alegría para un mundo caduco,
donde las formas y las acciones no encierran ningún ejemplo.
Practicas laboriosamente los gestos universales,
sientes calor y frío, falta de dinero, hambre y deseo sexual.
Héroes llenan los parques de la ciudad en que te arrastras,
y preconizan la virtud, la renuncia, la sangre fría, el concepto.
La noche, se neblina, abren paraguas de bronce
o se recogen los volúmenes de siniestras bibliotecas.
Amas las noches por el poder de aniquilamiento que encierra
y sabes que, durmiendo, los problemas te dispensan de morir.
Mas el terrible despertar prueba la existencia de la Gran Máquina
y te repones, pequeñito, en vista de indescifrables palmeras.
Caminas entre muertos y con ellos conversas
sobre cosas del tiempo futuro y negocios del espíritu.
La literatura destruyó tus mejores horas de amor.
Al teléfono perdiste mucho, muchísimo tiempo de sembrar.
Corazón orgulloso, tienes prisa en confesar tu derrota
y aplazar para otros siglos la felicidad colectiva.
Aceptas la lluvia, la guerra, el desempleo y la injusta distribución
porque no puedes, solo, dinamitar la isla de Manhattan.
Búsqueda de la poesía
No hagas versos sobre acontecimientos.
No hay creación ni muerte ante la poesía.
Delante de ella, la vida es un sol estático,
no calienta ni ilumina.
Las afinidades, los aniversarios, los incidentes personales no cuentan.
No hagas poesía con el cuerpo,
ese excelente, completo y confortable cuerpo, tan indefenso a la efusión lírica.
Tu gota de bilis, tu careta de gozo o de dolor en la oscuridad
son indiferentes.
Ni me reveles tus sentimientos,
que se aprovechan del equivoco e intentan un largo viaje.
Lo que piensas y sientes, eso incluso no es poesía.
Ni cantes tu ciudad, déjala en paz.
El canto no es un movimiento de las máquinas ni el secreto de las casas.
No es música oída de paso: rumor de mar en las calles junto a la línea de espuma.
El canto no es la naturaleza
ni los hombres en sociedad.
Para él, lluvia en la noche, fatiga y esperanza nada significan.
La poesía (no saques poesías de las cosas)
suprime sujeto y objeto.
No dramatices, no invoques
no indagues. No pierdas tiempo en mentir.
No te aborrezcas.
Tu yate de marfil, tus zapatos de diamante,
vuestras mazurcas y abusos, vuestros esqueletos de familia
desaparecen en la curva del tiempo, es algo inútil.
No recompongas
tu sepultada y merecida infancia.
No osciles entre los espejos y la
memoria en desvanecimiento.
Que se disipó, no era poesía.
Que se partió, cristal no era.
Penetra sordamente en el reino de las palabras.
Allí están los poemas que esperan ser escritos.
Están paralizados, mas no hay desesperación,
hay calma y frescura en la superficie intacta.
Aquí están ellos solitarios y mudos, en estado de diccionario.
Convive con tus poemas, antes de escribirlos.
Ten paciencia, si oscuros. Calma, si te provocan.
Espera que cada uno se realice y consuma
con su poder de silencio.
No fuerces el poema que se desprende del limbo.
No recojas del suelo el poema que se perdió.
No adules el poema. Acéptalo
como él aceptará su forma definitiva y concentrada
en el espacio.
Llega más cerca y contempla las palabras.
Cada una
tiene mil caras secretas debajo de la cara neutra
y te pregunta, sin interés por la respuesta
pobre o terrible, qué le dirás:
¿Trajiste la llave?
Repara:
hermanas de melodía y conceptos,
ellas se refugiarán en la noche, las palabras.
Todavía húmedas e impregnadas de sueño,
ruedan en un río difícil y se transforman en desprecio.

Dios y sus criaturas
Quien muere va a descansar en la paz de Dios.
Quien vive es arrastrado por la guerra de Dios.
Dios es así: cruel, misericordioso, dual.
Sus premios llegan tarde, en forma imperceptible.
Dios, ¿cómo entenderlo?
El tampoco entiende a sus criaturas,
condenadas previamente sin apelación a sufrimiento y muerte.
El luchador
Luchar con palabras
es la lucha más vana.
Mientras tanto luchamos
mal rompe la mañana.
Son muchas, yo poco.
Algunas, tan fuertes
como el jabalí.
No me juzgo loco.
Si lo fuese, tendría
poder de encantarlas.
Más lúcido y frío,
aparezco e intento
coger algunas
para mi sustento
en un día de vida.
Se dejan enlazar,
tontas a la caricia
y rápido huyen
y no hay amenaza
y no hay sevicia
que las traigan de nuevo
al centro de la plaza.
Insisto, solerte.
Busco persuadirlas.
Serles el esclavo
de rara humildad.
Guardaré sigilo
de nuestro comercio.
En la voz ningún amargor
de aversión o disgusto.
Sin que las oiga se deslizan,
pasan levísimas
y giran por mi rostro.
Luchar con palabras
parece sin fruto.
No tienen carne y sangre...
Mientras tanto, lucho.
Palabra, palabra
(digo exasperado),
si me desafías,
acepto el combate.
Quisiera poseerte
en este descampado,
sin derroteros de uñas,
o marcas de dientes
en esa piel clara.
Prefieres el amor
de una persona impura
y que venga el gozo
de la mayor tortura.
Lucho cuerpo a cuerpo,
lucho todo el tiempo,
sin mayor provecho
que el de la caza al viento.
No encuentros hábitos
no seguras formas,
es fluido enemigo
que me dobla los músculos
y se ríe de las normas
de la buena pelea.
Me engaño a veces,
presiento que la entrega
se consumará.
Ya veo palabras
en coro sumiso,
me están ofreciendo
su viejo calor,
otra gloria suya
hecha de misterio,
otro desdén suyo
otro celo suyo,
y un sapiente amor
me enseña a disfrutar
de cada palabra
la esencia captada,
el sutil quejido.
¡Pero ah! es el instante
de entreabrir los ojos:
entre beso y boca,
todo se evapora.
El ciclo del día
ahora se consume
y el inútil duelo
jamás se resuelve.
Tu rostro bello,
o palabra, resplandeces
en la curva de la noche
que toda me envuelve.
Tamaña pasión
y ningún peculio.
Cerrada las puertas,
la lucha prosigue
en las calles del sueño.
En el medio del camino
En el medio del camino tenía una piedra
tenía una piedra en el medio del camino
tenía una piedra
en el medio del camino tenía una piedra.
Nunca olvidaré de ese acontecimiento
en la vida de mis retinas tan fatigadas.
Nunca olvidaré que en el medio del camino
tenía una piedra
tenía una piedra en el medio del camino
en el medio del camino tenía una piedra.
Hipótesis
¿Y si Dios es zurdo
y creó con la mano izquierda?
Eso explica, tal vez, las cosas de este mundo.

Historia natural
Cobras ciegas son noctámbulas.
El orangután es profundamente solitario.
Monos también prefieren el aislamiento.
Ciertos árboles sólo fructifican de 25 en 25 años.
Golondrinas copulan en el vuelo.
El mundo no es lo que pensamos

Igual desigual
Yo desconfiaba:
Todas las historias en tiras cómicas son iguales.
Todas las películas norteamericanas son iguales.
Todas las películas de todos los países son iguales.
Todos los best-sellers son iguales.
Todos los campeonatos nacionales e internacionales de fútbol son
iguales.
Todos los partidos políticos
son iguales.
Todas las mujeres que andan a la moda
son iguales.
Todas las experiencias de sexo
son iguales.
Todos los sonetos, trinos, puntuaciones, sextinas y rondós son iguales.
y todos, todos
los poemas en verso libre son aburridamente iguales.
Todas las guerras del mundo son iguales.
Todas las hambres son iguales.
Todos los amores, iguales, iguales, iguales.
Iguales todas las rupturas.
La muerte es igualísima.
Todas las creaciones de la naturaleza son iguales.
Todas las acciones, crueles, piadosas o indiferentes, son iguales.
Con todo, el hombre no es igual a ningún otro hombre, bicho o cosa.
Nadie es igual a nadie.
Todo ser humano es un extraño
impar.
La bruja
                                  A Emil Farhet
En esta ciudad de Río,
de dos millones de habitantes,
estoy solo en el cuarto,
estoy solo en América.
¿Estaré menos solo?
Sin embargo, hace poco un ruido
anunció vida a mi lado.
Cierto no es vida humana,
mas es vida. Y siento la bruja
prisionera en la zona de luz.
¡De dos millones de habitantes!
Y no necesitaba tanto...
Necesitaba de un amigo,
de esos ocultos, distantes,
que leen versos de Horacio
pero secretamente influyen
en la vida, en el amor, en la carne.
Estoy solo, no tengo amigos,
y a esta hora tardía
¿cómo buscar amigos?
Y no necesitaba tanto.
Necesitaba una mujer
que entrase en este minuto,
recibiese este cariño,
salvase del aniquilamiento
un minuto y un cariño loco
que tengo para ofrecer.
En dos millones de habitantes,
cuantas probables mujeres
se interrogaran en el espejo
midiendo el tiempo perdido
hasta que venga la mañana
a traer leche, periódico y calma.
Sin embargo, a esa hora vacía
¿cómo descubrir mujer?
¡Esta ciudad de Río!
Tengo tantas palabras dulces
conozco voces de bichos,
sé los besos más violentos,
viajé, peleé, aprendí.
Estoy cercado de ojos
de manos, afectos, búsquedas.
Mas si intento comunicarme,
lo que hay es apenas la noche
y una espantosa soledad.
¡Compañeros, escuchadme!
Esa presencia agitada
queriendo romper la noche
no es simplemente la bruja.
Es antes la confidencia
desprendiéndose de un hombre.
Los hombros soportan el mundo
Llega un tiempo en que no se dice más: mi Dios.
Tiempo de absoluta depuración.
Tiempo en que no se dice más: mi amor.
Porque el amor resultó inútil.
Y los ojos no lloran.
Y las manos tejen apenas el rudo trabajo.
Y el corazón está seco.
En vano mujeres golpean a la puerta, no abrirás.
Quedaste solo, y la luz se apagó,
pero en las sombras tus ojos resplandecen enormes.
Es todo certeza, ya no sabes sufrir.
Y nada esperas de tus amigos.
Poco importa que venga la vejez, ¿qué es la vejez?
Tus hombros soportan el mundo
y él no pesa más que la mano de un niño.
Las guerras, las hambres, las discusiones dentro de los edificios
prueban apenas que la vida prosigue
y no todos se liberarán todavía.
Algunos, hallando bárbaro el espectáculo
prefieren (los delicados) morir.
Llegó un tiempo en que no aventaja morir.
Llegó un tiempo en que la vida es una orden.
La vida, sin mistificación.
Quiero
Quiero que todos los días del año
todos los días de la vida
de media hora en media hora
de 5 minutos en 5 minutos
me digas: Yo te amo.
Oyéndote decir: Yo te amo,
creo, en el momento, que soy amado.
En el momento anterior
y en el siguiente,
¿cómo saberlo?
Quiero que me repitas hasta el agotamiento
que me amas que me amas que me amas.
De lo contrario se evapora la amación
pues al decir: Yo te amo
desmientes
apagas
tu amor por mí.
Exijo de ti el perenne comunicado.
No exijo sino esto,
esto siempre, esto cada vez más.
Quiero ser amado por y en tu palabra
no sé otra manera a no ser esta
de reconocer el don amoroso,
la perfecta manera de saberse amado:
amor en la raíz de la palabra
y en su emisión,
amor
amor saltando de la lengua nacional,
amor
hecho son
vibración espacial.
En el momento en que no me dices:
Yo te amo
inexorablemente sé
que dejaste de amarme,
que nunca me amaste antes.
Si no me dijeras urgentemente repetido
Yo te amoamoamoamoamo,
verdad fulminante que acabas de desentrañar,
yo me precipito en el caos,
esa colección de objetos del no-amor.
Retrato de familia
Este retrato de familia
está un tanto empeorado.
Ya no se ve en el rostro de papá
cuánto dinero él ganó.
En las manos de los tíos no se perciben
los viajes que ambos hicieron.
La abuela quedó lisa, amarilla,
sin memorias de la monarquía.
Los niños cómo están cambiados.
El rostro de Pedro está tranquilo,
usó los mejores sueños.
Y Joâo no es más mentiroso.
El jardín se volvió fantástico.
Las flores son manchas cenicientas.
Y el aire, debajo de los pies extintos,
es un océano de nubes.
En el semicírculo de sillas
se nota cierto movimiento.
Los niños cambian de lugar
pero sin barullo: es un retrato.
Veinte años es un gran tiempo.
Modela cualquier imagen.
Si una figura va marchando,
otra, sonriente, se propone.
Esos extraños asentados,
¿mis parientes? No creo.
Sus visitas divirtiéndose
en una sala que se abre poco.
Quedarán trazos de familia
perdidos en el aspecto de los cuerpos.
Bastante para sugerir
que un cuerpo esta lleno de sorpresas.
El marco de este retrato
en vano captura sus personajes.
Están allí voluntariamente,
sabrían – si es preciso – volar.
Podrían sutilizarse
en el claroscuro del salón,
ir a morar en el fondo de los muebles
o en el bolsillo de bellos chalecos.
La casa tiene muchas gavetas
y papeles, escaleras comprimidas.
¿Quién sabe la malicia de las cosas,
cuando la materia se aborrece?
El retrato no me responde,
él me fija y se contempla
en mis ojos empolvados.
Y en el cristal se multiplican
los parientes muertos y vivos.
Ya no distingo los que se fueron
de los que quedaron. Percibo apenas
la extraña idea de familia
viajando a través de la carne.
Vida menor
La fuga de lo real,
todavía más lejos la fuga de lo fantástico,
más lejos de todo, la fuga de sí mismo.
la fuga de la fuga, el exilio
sin agua y palabra, la pérdida
voluntaria de amor y memoria,
el eco
ya no correspondiendo al apelo, y este fundiéndose,
la mano volviéndose enorme y desapareciendo
desfigurada, todos los gestos al final imposibles,
señales inútiles,
lo innecesario del canto, la limpieza
del corazón, ni brazo moviéndose ni uña creciendo.
No la muerte, con todo.
Mas la vida: captada en su forma irreductible,
ya sin ornamento o comentario melódico,
vida que aspiramos como paz en el cansancio
(no la muerte),
vida mínima, esencial; un inicio; un sueño;
menos que tierra, sin calor; sin ciencia ni ironía,
lo que se pueda desear de menos cruel: vida
en que el aire, no respirado, me envuelva;
ningún gasto de tejidos; ausencia de ellos;
confusión entre mañana y tarde, ya sin dolor,
porque el tiempo no se divide más en siglos; el tiempo
elidido, domado.
No la muerte ni lo eterno o lo divino,
apenas lo vivo, lo pequeño, callado, indiferente
y solitario vivo.
Eso yo busco.
No se mate
Carlos, sosiéguese, el amor
es eso que usted está viendo:
hoy besa, mañana no besa,
después de mañana es domingo
y el lunes nadie sabe
lo que será.
Inútil que usted resista
lo mismo que se suicide.
No se mate, oh no se mate,
resérvese todo para
las bodas que nadie sabe
cuándo vendrán
si es que vendrán.
El amor, Carlos, usted telúrico,
la noche pasó en usted,
y los pensamientos tristes se subliman,
allá dentro un barullo inefable
rezos,
vitrolas,
santos que se persignan,
anuncios del mejor jabón,
barullo que nadie sabe
de qué, para qué.
Mientras tanto usted camina
melancólico y vertical.
Usted es la palmera, usted es el grito
que nadie oye en el teatro
y todas las luces se apagan.
El amor en lo oscuro, no, en lo claro,
es siempre triste, mi hijo, Carlos,
pero no diga nada a nadie,
nadie sabe ni sabrá.

Selección:  Carlos Sánchez



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