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El Magno
(por A.Marcus, noviembre 2004)
        Permítaseme rebautizar al santo bebedor y al empedernido fumador. Porque designando, asignamos. Y mi amigo mariani fue más que un fumador y un bebedor, más que amigo de famosos y coactor de futuras vedettes mediáticas. Fue él mismo en su mismísima mismidad.
        El instistía en que lo llamáramos por su desnudo apellido. Mariani, así, a secas. Y en lo posible con minúsculas.  
Parecía un capricho de un lunático personaje extravagante, pretendiendo se lo tome por modesto, empeñado en insistir con sus mañas de tipo raro. Hoy que nos falta, extraño su real humildad, en medio de tantos que hacen alharaca con éxitos y famas propias y ajenas.  
        Decía que frente a su insistencia en que lo llamáramos por su apellido, y a su franca molestia cuando alguien usaba su apodo familiar –que omito por pudoroso respeto a su desagrado-  me limité siempre a llamarlo “Magno Poeta”. El, a su vez, me llamaba “Docta”, retribuyendo títulos por honores, jugando a omitir nombres y resaltar roles.
         Andrés, en cambio, lo llama MaestroH!,  y los amigos de Zapala dicen simplemente el viejo cuando hablan de EL. Viejo, así, con cariño.
         El Magno que se me pegó como garrapata a la solapa interna de mi memoria, es el hombre torpe de manos voladoras, de gestos ampulosos y largos dedos expresivos, que acompañan libres las palabras de la larga sobremesa, subrayando argumentos y denotando significados implícitos en los puntos suspensivos de sus alocuciones.
         Ese Magno que habita mi corazón es un tipo grandote, que se caga literalmente en todo: la elegancia, las formalidades, las normas, lo-que-debe-ser. Y encima se ríe de ellas. Provocativo, genera situaciones embarazosas para molestar a las señoras-de-la-sociedad-que-creen-saber-algo-de-literatura. Se jacta de ser un excluido, pero sabe que vive –que nos vive- de las migajas que los superincluidos dejamos caer en las márgenes de nuestro mundo seguro. Alardea de su marginalidad electiva desde el cálido lugar que los amigos le mantenemos mal que bien en nuestra inclusión que –él sabe- es también la suya. Ocurre que juega a ser lo que en ocasiones fue trágicamente, poniendo su vida ajetreada, intensa y apasionada en peligro extremo. Y nosotros hacemos como si, solo pa complacerlo.
         Locuaz orador, ha generado más de una gresca entre amigos. En ocasiones se ha puesto demasiado extremo e implacable con sus desafíos. Pero siempre estuvo rodeado, en Zapala, de una fauna adepta de gran diversidad, y ha estimulado en otros las ganas de escribir, pintar, exponer, remover el avispero contracultural en la modorra inofensiva de la ciudad.    
        A esa altura de su vida, acá en Zapala, no se molestó en disimular su aversión por la “raza femenina” (con poquísimas excepciones) y su asqueado desprecio por la mediocridad desapasionada de las mayorías. Cultivó en cambio su enorme disfrute lúcido del buen cine y sus análisis agudos sobre política y futbol.
         Gran gozador del comer y del beber, no he visto en mi vida a otra persona que disfrutara de cada bocado con tanta intensidad. Un placer para los que compartimos su mesa. Un halago para quienes cocinamos para él. Un honor poder elaborar sus platos, a los que coronaba manjares con guturales interjecciones y expresivas miradas.
         A su última mudanza, en agosto de este año, hemos asistido menos amigos que a las anteriores, pero como siempre hemos sabido respetar sus más preciados tesoros: la cajita de Gavilan negro con un carretel de hilo gris que supo ser blanco y una aguja, dos fósforos usados, un cacho de alambre, un resto de lápiz mutilado; la cajita de fósforos tres patitos con una tuerca, dos clavos doblados que podrían servir para algo alguna vez, una chinche y una goma de borrar milimétrica; recortes de diarios y revistas con subrayados en lápiz y sus hermosos jeroglíficos al margen de los textos; un sobrecito de saquito de té de manzanilla con una lista de libros prestados o afanados.
         Ese es el Magno. Cachorro de raza inmensa, de grandes patas torpes, de mirada dulce o perdida, de a ratos mordedor implacable, de a ratos absorto en sus recuerdos, escondiendo su ternura detrás de un par de ladridos. Prefiero recordarlo así, como el magno desafiador, el magno degustador, el magno amante de la música, el magno enemigo de la tecnología, el magno manipulador, el magno chorro por deporte, el magno un poco mentiroso, el magno contrariador de quebrados y achanchados buenos ciudadanos, el magno despreciador despiadado de chatos e indiferentes desapasionados, el magno desordenado, el magno deslumbrado por el descubrimiento tardío de la magia de la Naturaleza, el magno admirador de mis gatos, el magno insurrecto irrespetuoso, el magno simpático y ocurrente y el magno antipático ensimismado: es decir el magno humano, el magno obsesivo de la puntualidad, el magno insistente corregidor infinito de sus propios poemas insoportablemente por siempre, el magno enemigo de la ducha diaria, el magno egoísta por sobreviviente, el magno generoso por estar de vuelta, el magno cabezadura, el magno escrupulosamente discreto, el magno anarcodiscutidor, el magno contador de anécdotas, el magno amante de las novelas policiales, el magno baquiano de todas las literaturas, el magno conversador, el magno poeta, el magno amigo querido, el magno Magno.
 Acá no más, arribita, 20 de diciembre de 2004
NOTAS
Adriana:         
           Como  te lo comentara en mi mensaje de respuesta a tu mail, que incluyó el irreprochable texto “El Magno”, tus líneas dejan un espacio amplio para intentar algunas explicaciones. No se trata por supuesto de ocuparlo con réplicas o contestaciones defensivas. En cualquier caso, si pudiera enterarse del contenido de este diálogo, el amigo mariani abriría los ojos y esbozando una sonrisa irónica hacia nosotros acotaría, como sabio divertido en reyertas ajenas : “evidentemente se trata de un hecho significativo”. Entonces, para no darle el gusto, me limitaré a dar rienda suelta a algunas observaciones , o mejor,  simples comentarios donde garantizo la más absoluta de las sinceridades.
                   Las dos notas que devolvieron a mariani a los medios gráficos de difusión nacional fueron idea de mi hijo Lautaro con su innegable olfato periodístico. La nota que apareció en Página fue el resultado además de una singular coincidencia: Daniel Link , el jefe de redacción de Radar Libros, tenía en mente sacar algo sobre algunos hitos de los años 60 y ya había hablado en ese sentido con Rafael Cipollini. La propuesta de Lautaro de incluir una entrevista a mariani en ese contexto vino como anillo al dedo. Así, me senté con mariani una tarde en el fondo de casa, como tantas otras veces desde que lo conocí. En aquella oportunidad con un improvisado grabador, un botella de fernet y un cenicero enorme. De inmediato le disparé algunas preguntas para que el poeta se explayara, para que fuera recordando algunos pasajes de su azarosa vida, en el convencimiento absoluto de que él mejor que nadie sabía cómo se hace una entrevista, cómo se la disecciona, cómo se la organiza, cómo se piensa en un título y se escriben, además,  los copetes que siempre deben ser atractivos. Bastará recordar el paso del propio mariani por el periodismo y sus reportajes a “célebres “ personalidades en Artiempo, la revista que imaginó alguna vez  Osiris Cherico.
                 Lautaro ,en Buenos Aires, desgrabó la cinta y le dio la forma final para que pudiera publicarse junto al texto (un poco apurado) de Cipollini titulado “Una ikebana del escándalo”. Tiempo después, cuando le llevé el ejemplar de Página con el reportaje impreso, estando en una de sus internaciones en el Hospital de Zapala, le dije : “mariani, disfrutá de tu cuarto de hora.” “Es el último”, me contestó, con toda sus certidumbres traducidas instantáneamente a un humor admirable, claro,  en un hombre muy enfermo que resistía sin pausas todas las amenazas. Hablo, qué duda cabe, de un tipo de una entereza  singular, dueño de una estrategia profunda que me alentó , desde luego, a reflexiones silenciosas sobre los avatares de la vida y el enigma de la muerte personal. Pero volviendo al relato debo decirte que la nota que siguió a la de Página, la que finalmente publicó Lezama, tuvo en cambio que sortear más de un obstáculo. Por lo pronto, fuera de Lautaro, los otros dos tipos que hacen en verdad la revista no saben ni jota de literatura y fue difícil, muy difícil, explicarles el valor de la escritura de mariani, su condición de personaje de época, sus múltiples conexiones incluso con otros creadores. Me refiero a poetas y escritores que a finales de los 60 habían decidido caminar por  las márgenes de “lo literario”. Así el caso de Néstor Sánchez resulta paradigmático en este país del olvido. Por ejemplo, Lautaro tuvo que darle explicaciones varias a Sietecase para que sacaran en la Revista XXIII una necrológica. Y estoy hablando de un escritor de un peso específico notoriamente mayor  al de nuestro amigo mariani y que, pese a contar con la admiración de Enrique Molina, de Francisco Madariaga, de Edgar Bayley, de Enrique Pezzoni, de Martini Real, de  Cortázar , de Emir Rodriguez Monegal, etc., etc., etc., y haber publicado en Sudamericana, en Seix Barral, y haber sido traducido y publicado  nada menos que en Gallimard, no fue incluido, por ejemplo, por el caradura u olvidadizo de César Aira en su Diccionario de la Literatura Latinoamericana que, según parece, sirve de orientación a la actual asesora de la editorial citada en primer término.. ¿Te das cuenta? ¿Qué restaba entonces para nuestro querido mariani tantos años fuera del país? En este sentido, más allá de nosotros, más allá de un puñado de buenos amigos y conocidos ¿de Brasil?, de Zapala, de Buenos Aires, de Madrid, nadie recordaba a mariani. Es decir, en los medios periodísticos, en el ámbito contemporáneo de las revistas de cultura, en las paginitas “cultas” de los diarios, nadie sabía quién era o había sido alguna vez nuestro dilecto amigo. Entonces, fue necesario elegir algunas aristas, algunas peculiaridades de mariani que despertaran el interés en ese futuro lector  de Lezama que (como todos sabemos) en general es un consumidor de cultura y de clase media. De ahí entonces la idea del diseñador gráfico de mostrarlo un poco oculto (casi en sombras o con una mano delante de la cara) en las 2 fotografías finalmente elegidas. De ahí también los acentos  puestos en su condición de fumador empedernido, su perfil de santo bebedor o su rápido paso en un film donde también apareció, por un instante, una tan popular como impresentable vedette. Es decir, se tenía que encontrar algún gancho si queríamos ver publicado a mariani en una revista de distribución nacional y además si estabamos interesados en que tuviese (como se merecía) una página dedicada por entero a lo más importante: SU POESÍA. Y por cierto lo conseguimos. Además, es bueno decirlo, la referencia a Bukowski en el copete no fue caprichosa y mucho menos, por supuesto,  haber subrayado (ya dentro de la nota) la innegable e inocultable  influencia de Ezra Pound en sus versos. (Algo que por cierto nadie dijo por ahí ni por aquí y que el propio mariani finalmente me confirmó y confesó  juntando las dos manos  en señal de rezo agradecido frente a una fotografía del genial poeta norteamericano que ayudó a Joyce a publicar Ulyses, descubrió a Eliot, etc.,  y que le acerqué alguna vez -  a propósito - hasta su cama en la sala de cirugía).
                   Por todo lo que te comento no te será difícil comprender que para escribir la nota para Lezama  tuve que elegir un punto de vista  sesgado, es decir, elegir una mirada ficcional donde forzosamente no podía comprometerme en forma exagerada con el entrevistado y, en consecuencia, estaba obligado a utilizar una prosa indirecta, pero no por eso menos próxima a los valores profundos de mariani. Entonces, ahí están esos párrafos inevitablemente breves (que repetí con otros términos en la notita para el Río Negro) donde intenté sintetizar, con las mejores palabras, toda una preceptiva y ,en consecuencia ,toda una estética valiosa que debía subrayarse, como fuera posible, sobre cualquier otra consideración. Repito: sobre cualquier otra íntima consideración y a pesar de todas las limitantes que se nos ofrecían. Porque seamos sinceros: ¿dónde encontrar si no en su propia obra la dimensión humana de un creador? ¿qué le importaba a mariani,  por encima de todo y de todos nosotros, para justificar su propia vida si no esos versos trabajados a cincel, buscados para orejas sensibles y lectores  alertas a la voz invicta de la poesía?. Ahora bien, el rostro “humano” , es decir, el plano de las facetas cotidianas, conmovedoras, inteligentes del mariani que aprendiste a querer (a las que vos te referís con un gran afecto en tu prosa), me parece que , de alguna manera, fue considerado en Lezama a través de la columna de Ruy Rodríguez. Por otra parte, más allá de todas las críticas, que sin duda pueden hacerse a lo que escribí, me queda al menos la tranquilidad de conciencia de que celebraron la nota el propio Ruy (nada menos), el periodista cultural Osvaldo Aguirre, el jefe de redacción de Lezama y hasta el mismísimo Andrés Cursaro, quien me mandó un entusiasta correo desde Comodoro Rivadavia.                     
                   Esto no quita en absoluto que tu excelente texto ha de resultar (a no dudarlo) insustituible en una futura publicación. O que continúes discrepando absolutamente conmigo sobre todo lo dicho hasta aquí. Repito: sobre todo lo dicho hasta aquí en torno a nuestro amigo mariani. Y fijate que no digo deliberadamente ni Magno, ni el Viejo, ni MaestroH!, porque para mí fue simplemente mariani (mariani a secas), como él quería y como él lo impuso desde un comienzo. Ocurre que este hombre fue también una ráfaga de oxígeno en esta chatura inconmensurable de Zapala, un remedio salvador (creo que para los dos) cuando nos poníamos a escuchar y discutir sobre nuestros amados discos de Jazz o a conversar - bajo los gorriones del fondo - sobre el mismísimo Kafka o a pelearnos por culpa de Proust  o a evocar , incluso, con entusiasmo, algunas de las salidas abruptas e intempestivas de nuestro común y dilecto amigo Néstor Sánchez durante los dorados años 60, cuando el sol iluminaba con espíritu beatnick el pequeño formato de la revista Opium.
              En fin, ruego no haberte molestado con estos párrafos escritos bajo el impulso de tu mensaje. ¿Habré contestado con inteligencia a tus observaciones? Esperaré como siempre tus señales.
POSDATAS.
                    1) Cuando se publicó la última nota en el diario Río Negro, María del Carmen me hizo ver con razón un grave error cometido. Para ser más preciso digamos: una omisión injusta. Aunque debo confesar desde el vamos que no fue deliberada de mi parte. Me refiero a que esa nota en el diario regional ofrecía  la oportunidad de nombrarte a vos , junto a Jorge Casella, como los amigos más allegados y más importantes de mariani desde su arribo a Zapala. Cuando me di cuenta ya era tarde. Reconozco que cometí una falta que pude haber evitado. La expresión genérica  “un grupo de nuevos y fieles amigos” no podía alcanzar el carácter de la amistad de ustedes con mariani y perdí la oportunidad de hacer justicia. Lamento entonces no haberles pagado bien. Por suerte Andrés Cursaro en Museo Salvaje se ocupó como correspondía de Jorge y de vos. 2) No sé porqué necesito decirte en este momento que yo no cobré un solo peso por ninguna de las notas sobre mariani y otra cosa: durante todo este tiempo, el que siguió a la muerte de nuestro amigo, he tratado de devolver a todo el mundo lo que indudablemente a mí no me pertenece. Me refiero al dibujo de Martínez Howard, el negativo de las excelentes fotos que le sacó Jorge a un mariani “apaisanado”, las fotografías en blanco y negro de Fernando Barcos (me falta entregarle dos), la documentación personal que ya puse en las manos de Atilio, etc. Y a propósito, te refiero que a mí mariani jamás me dijo quién le había sacado esas tomas. Simplemente me las dio un día para ilustrar la futura nota. ¿Por qué te comento esto? En rigor, todo viene a cuento de la incomodidad (o cómo decirlo) que sentí aquella noche del sepelio del poeta  cuando recibí todas esas cajas de cartón llenas de papeles diversos que el bueno de Funes había preparado. Es cierto que mariani en vida quiso regalarme algunos libros, cuya entrega yo elegantemente dejaba para otro día. (Incluso parece que así se lo hizo saber alguna vez al propio  Funes ). Pero hasta allí mi “legado”. Es decir: dos o tres libros con marcas a lápiz que revelaban al memorioso y buen lector. Todo lo demás, es decir, los recortes de diarios para sus revistas de poesía (que pudimos con Lautaro haber distribuido en kioskos de Buenos Aires si no se hubieran interrumpido las ediciones por su enfermedad), los borradores de poemas que encontraron su forma definitiva en los libros que ustedes ya publicaron, los suplementos culturales viejos y un infierno de papeles de realtiva importancia están a disposición de quienes los necesiten o los quieran conservar mejor que yo.
                 Como verás, estas posdatas nada tiene que ver con tu texto, que sin duda merece ser publicado, insisto,  porque está bien escrito. Por el esfuerzo de leerme hasta acá, entonces,  te pido clemencia. Pero sentí la íntima necesidad de escribirlas para explicar el lugar exacto que ocupo, en rigor, entre quienes ayudaron a mariani. Seguramente vos sabrás comprender el espíritu que me anima y disculpame (¡por favor!) el rollo tan largo. Demasiado largo.  
                                                                                                Con amistad
                                                                                                                                Ricardo
 

EL MAGNO (2)
Cuando, en junio del año pasado, en plena, pobre, triste e ignorada Feria del Libro local, lo visité en el hospital donde pasó sus últimos meses antes de la partida (¿partida?) definitiva (¿definitiva?), le comenté que la gente de “La Grieta” de San Martín de los Andes quería publicar un libro con algunos de sus poemas, me dijo que se dedicaría a elegir aquellos que quería fuesen publicados, y me signó como el responsable de redactar éste, el prólogo que los acompañaría. Unos días después, me entregó la lista con los poemas que quería se editaran, corregidos, por supuesto, el nombre (junto al cual había escrito la pregunta “¿a secas?”, que nos tomamos la libertad de incorporar al título) que deseaba se le pusiese al libro: “Antología poética”, y el encargo de que éste fuese dedicado a Guillermo Funes, acompañante incondicional de sus últimos meses.
mariani (así, sin nombres de pila y con minúsculas, como le gustaba presentarse y firmar sus textos), nos “cayó”, allá por el ´96, y desde entonces pasó a formar parte de nuestro monótono paisaje patagónico, el de la Patagonia esteparia, no el andino de los almanaques y los folletos turísticos, sino el de la Patagonia de la cual nuestro amigo poeta dijera alguna vez: “A mí me gusta la Patagonia, a pesar de todo, pero me gusta la Patagonia así, como esto, despojada, no me hablés de Bariloche, todo eso no lo soporto, la Patagonia para mí es esta cosa fea, amarilla, gastada, sin nada (...). Zapala tiene más que ver con la Patagonia, para mí, que Bariloche o San Martín”. Y fue un soplo de aire fresco en medio de la amodorrada siesta zapalina, “y desde entonces nos atormenta, nos provoca y nos involucra con sus delirios...”, como alguien escribió en alguna oportunidad, refiriéndose a él.
¿Quién era (¿quién es?) mariani?
Decía el Poeta (el Viejo, el Magno...) de sí mismo, en un texto que, titulado como “notas biográficas”, escribió, allá por el 2001, en ocasión de un frustrado intento de la Secretaría de Cultura de Zapala de publicarle algunos de sus cuentos:
“mariani, autor reconocidamente anónimo del siglo XX, a fe de los comentaristas i/o exégetas (no del todo fidedignos) de su vida i obra, habría nacido en Buenos Aires, Reprivada Argentina, ya avanzada la década del ´30. Cursó profusos -i a todas luces inútiles- estudios en diversidad de oscuros establecimientos en los cuales, sus autoridades, prudente i sabiamente -como corresponde!-, procedían a suspenderlo i de los cuales, es lógico, era expulsado con llamativa aunque nada sorprendente frecuencia... Ya en sus años mozos -i en los no tan mozos- transitó, con mayor o menor fortuna (dependiendo del tiempo i las circunstancias), multitud de “oficios”, de los que cabe destacar los de “Maestro” i/o “Sabio”, de Bar i Billares, “Pinche”, “Cagatintas”, “Plomo”, “Visteador”, “Scruchante”, “Campana”, “Fiolo”, “Ñoqui” (adjunto), “Consejero de jóvenes”, “Equilibrista”, etc., etc.
  También discurrió -sin prisa, pero sin pausa- por las “Promenades” del Arte i la Literatura (decadentes, por supuesto) de su tiempo donde, siempre, con su aire i andar vacilante, i su discurso ininteligible, siempre, reiteramos, lograría Gloria y sucesos inauditos i, como obvio corolario, el indiscutido, merecido -i claramente distintivo- apodo de... “Sombra entre las Sombras!”. En muchas i diversas ocasiones, i a modo de “pasatiempo”, ejerció también de “Co-”. En efecto, fue Co-fundador i Co-editor de las revistas OPIUM (Bs, As., ´63/´67), Maconha Press (Sao Paulo, circa ´76), ARTES E LETRAS (Rio de Janeiro, ´83/´85) i DAMAJUANA (Madrid, ´98/´99), todas publicaciones absolutamente infames de poesía i afines. Para completar la secuencia de sus actividades en este... extraño (?)... quehacer, acrecentaremos sus Co-participaciones (como Co-autor, Co-director i/o Co-productor) en los incalificables espectáculos JAZZPIUM (DI TELLA, Bs. As., ´70/´71) i SIMULACRO (ídem, id.).
  De sus (para muchos) inextricables publicaciones, ay!, ya definitivamente desaparecidas (las más), algunos ejemplares de sus POEMAS DE OREJA, MAMOTRETOS I LADRILLOS ... DE OREJA i MEJUNJE DE “NUEVOS” I NUEVOS! POEMAS DE OREJA aún circulan más o menos subrepticiamente entre sus “fans”... El resto, 7 HISTORIAS BOCHORNOSAS, 7 POEMAS GRASSIFICANTES i 7 POE-MAS, largo tiempo-espacio ha... que han.
  Por lo tanto, debemos (...) agradecer a la Secretaría de Cultura de Zapala la feliz -i temeraria- iniciativa de editar el presente volumen, para el que fueron seleccionados cuatro historias que ya integraban el ya mencionado 7 HISTORIAS BOCHORNOSAS, una “crónica” (del año 2000) i un “diálogo” especialmente compuesto para esta edición, fechado: abril de 2001, trabajos todos que (no) estamos seguros harán las delicias de los amables lectores i, por qué no?, de los no menos amables caballeros (i/o damas) que constituyen el grueso de la Crrítica... especializada.”
Nunca le publicó, la Secretaría de Cultura, el volumen en cuestión, pero sí lo hicimos, en una edición casera, Inés Finondo y quien esto escribe, para la Feria del Libro zapalina del invierno del 2003. Bajo el nombre de “Historias bochornosas”, y con un éxito editorial sin precedentes (habremos vendido unos 20 de los 60 libros armados en forma artesanal) conocieron nuevamente la luz los siete cuentos que, a fines de los ´60, y apadrinado por el pintor Rómulo Macció, le publicara Sudamericana, más dos de factura local, escritos en Zapala. Por ese entonces, redactó otro prólogo, que nos hizo presentar como elaborado por nosotros, sus “editores”, y que decía así (vaya transcripto, como herramienta útil para conocer quién era (o como para conocer cómo quería, jugador incansable con las apariencias, que pensáramos que era), y porque es un placer leerlo):
“mariani, nacido –dicen–  en buenosaires, frente a  las “diáfanas” aguas del Riachuelo, en 193...,  es el típico capricorniano, durante años favorito no sólo de las madres (solteras), sino también de las hijas de éstas... y de otras, por supuesto que todas ellas aficionadas a la Astrología de jardín de invierno. Su obra es inclasificable, dentro de cualquier padrón.. “normal”, y para algunos incalificable! (e insoportable, e indigerible, etc.). “Soy un poeta menor”, afirma con su acostumbrada modestia –y sorbiendo deleitado su copa de leche– , y agrega: “En fin, es algo, no?”
Sobre las presentes Historias nos dice: “Son Bochornosas, no sólo por lo que acontece en ellas, sino por el tono en que están contadas. Lo bochornoso puede ser dramático, en su contenido, pero nunca lo es, realmente, porque siempre se resuelve en clave, digamos... ridícula i/o grotesca. Mis pesadillas –i mi propia vida cotidiana– lo son. Oh, pero no me quejo!; no, porque son el material del que me alimento, i con el cual, mal o bien sobrevivo... graciosamente.”
Bastante se ha publicado, en este último año, sobre nuestro querido amigo mariani. Una entrevista: “mariani por él mismo”, realizada por Lautaro Ortiz, y aparecida en el suplemento “Radar Libros” de “Página 12”, el 18 de enero. Sendos artículos: “La leyenda del santo bebedor” y “El último poeta beat argentino”, el primero publicado en la revista “Lezama” del mes de octubre, y el segundo, en el diario “Río Negro”, el 16 de noviembre, redactados por Ricardo Ortiz, quien estuviera cerca del Poeta en los últimos meses en que nos acompañó con su presencia física. Un “Suplemento mariani”, elaborado por el poeta Andrés Cursaro, actualmente residiendo en Rada Tilly, en Chubut, y que publicó la revista “Museo Salvaje” de Santa Rosa, La Pampa, en el mes de noviembre, y que incluye una biografía: “mariani, el gran poeta refugiado en la Patagonia”, una entrevista, realizada en el año 2001 y ya publicada, ese mismo año, en la ahora desaparecida revista virtual “Revuelto.net”, fragmentos de cartas escritas a Cursaro por mariani, y algunos de sus poemas. Y un texto escrito por su amiga Adriana Marcus: “El Magno”, que en este mes de enero publicó el periódico “La grieta”, de San Martín. A todos estos textos echaré mano, además de a un video, con una entrevista, que grabara, allá por el ´99, Claudio “el Cofla” Prieto, dando por descontado que sus autores no se molestarán por ello, para intentar contarles, completando lo dicho por él mismo, a quienes no tuvieron el placer de conocerlo, quién era-es mariani.
Sabemos, a pesar de sus intentos (¿por coquetería?, ¿por espíritu lúdico?) por ocultar la fecha real de su nacimiento, que vino a este mundo un 13 de enero de 1936, en la ciudad de Buenos Aires, y que pasó su niñez y su adolescencia en los barrios de Villa del Parque y de Villa Devoto. Durante los años de su infancia estuvo muy cerca de su tío, Roberto Mariani, escritor integrante del grupo de Boedo y que falleciera en el 46, siendo nuestro mariani pequeño aún. De él ha dicho: “Roberto era un tipo muy dulce, muy amable. Murió cuando yo tenía 10 años y a pesar de mi corta edad entablamos una fuerte amistad. Yo solía quedarme en su casa del barrio de Once. Recuerdo su gran biblioteca, abarrotada de libros, sobre todo de escritores rusos como Gorki o Dostoievski, pero también estaban Joyce y Pirandello. Roberto me pasaba algunos de esos libros. (...) Él solía decir de Arlt con una sinceridad valorable: “Ese Roberto tiene algo que a este Roberto le falta: talento”. Mi tío tenía una buhardilla con una escalera de caracol y yo vivía fascinado con ese lugar. Una tarde me quedé solo en esa casa del Once y me atreví a subir. Encontré una gran mesa llena de manuscritos y carpetas. Recuerdo que había uno abierto, todo tachado a lápiz. Con el tiempo descubrí que mi tío le corregía los originales a ese talentoso. A decir verdad, le debo a mi tío haber comprendido uno de los mecanismos básicos de la literatura. Un día se estrenó su obra teatral “Un niño juega con la muerte” en el Teatro del Pueblo y allá fue toda la familia a apoyar a Roberto. El personaje principal se suicidaba al final de la obra y tuve que pedirle a mi tío que me mostrara el revólver porque yo estaba convencido de que el actor se había matado. Ahí comprendí que en el arte no interesa lo veraz sino lo verosímil.”
En los años en los que transcurrió su adolescencia, se aventuró en la Patagonia, hacia donde ya había emigrado Atilio, su hermano mayor, y en donde trabajó, entre otras cosas, como peón rural. Fue allí donde comenzó con su actividad literaria. “Yo empecé a escribir cuando tenía 14 ó 15 años, tal vez para evitar la soledad porque estaba en Chubut, trabajando de aprendiz en una estancia, y me sentía muy solo, era un chico de 14 años, totalmente sin ninguna experiencia, creo que tiene que ver con eso. Eran unas horribles imitaciones de Edgar Allan Poe, pero bueno, se empieza por algún lado...”
La década del ´60 lo vio deambular por unas pocas calles céntricas de la ciudad de Buenos Aires. Fueron años de creación y delirio, “... de intensidad, de conocimiento, de recorrer permanentemente las cuatro o cinco calles que nos unían en esa ciudad que empezaba a mostrarse tremendamente belicosa”. Años que se circunscribieron al microuniverso delimitado por las calles Marcelo T. de Alvear, Leandro N. Alem, Maipú y la Avenida Córdoba, y que giraba en torno al bar “Moderno” de Maipú. En ese tiempo, junto a Ruy Rodríguez, Sergio Mulet, Marcelo Fox e Isidoro Laufer, creó el grupo “Opium”, cuyo manifiesto, hecho público en el ´63, proclamaba: “Asomados a la confusión de Baires, nuestro pan cotidiano, sintiendo todo el peso del hemisferio sur del caos, aparecemos nosotros y OPIUM; nosotros (sátiros-cínicos-borrachos-enamorados hijos de la decadencia de Occidente) gritando y cantando con los dedos manchados de nicotina apuntando; nosotros amigos hasta que dejemos de serlo (entretanto nos dedicaremos poemas); nosotros oliendo nuestro propio aliento alcohólico.
Nosotros: OPIUM.
Nos conocimos en revistas, en bares, en confusas reuniones a las tres de la mañana. Nos conocimos orinando en baños donde leímos que Perón o Tarzán nos salvarían; nos miramos a los ojos y sonreímos: ninguno quería ser salvado”.
Bajo el apotegma de Ezra Pound: “Cantemos al amor y al ocio, nada más merece ser habido”, publicaron seis números de una revista que llevaba el mismo nombre que el grupo y que sirvió para difundir sus gustos literarios y su ideología. En el ´65 escribían: “Porque no somos ángeles, porque no somos santos, porque no somos buenos vecinos; porque somos inútiles, porque somos escritores que no escriben, porque no fuimos a estudiar a academias para que nos dieran un diploma que nos permitiera escribir gansadas el resto de nuestras vidas; porque siempre seremos estafados por otros más ‘vivos’ que nosotros, porque constantemente decepcionamos a aquellos (a aquellas) que creen en nosotros, porque estamos completamente equivocados y porque no queremos competir ni triunfar en la vida y ser alguien. (...) O quizá, porque no tenemos vergüenza. O porque NO, simplemente. En fin, nada del otro mundo: aquí estamos, y allá vamos. ¡SALUD!”.
En esa filosofía de vida se mantuvo, coherente, nuestro poeta. “Nunca me interesó eso de triunfar ni ser mejor que nadie, yo lo que quiero es ser yo, en la medida de lo posible, y, a medida que voy descubriendo qué significa eso de ser yo, trato de expresarme”, dice desde la entrevista del video.
Sergio “el Yeti” Mulet le escribió, hace algunos meses, desde España, y cuando la vida del Poeta se acercaba a su fin, una carta titulada “Al Poeta Gris” en cuyo primer párrafo le decía: “En una secuencia de "Tiro de gracia", decías: "Qué manera de perder el tiempo! Yo debería haber sido saxofonista!". No sé, evocado mariani (eso con muchas i i i i i), como alguna vez había pintado Freddy Martínez Howard, si logrado el émulo de mulligan (Jerry), no lo habrías perdido igual, porque el tiempo no se gana ni se pierde, sencillamente se esfuma. No sé, si el saxo se hubiera impuesto a la desplumada lira, si no hubieras elegido ser un pordiosero del ARTE, pues especular con aquello que se podría haber sido es tarea de quirománticos, chamanes, brujos y pelajes parecidos, pero sí sé que en los 60, cuando tú y el "YETI" se asociaron con aquellos otros dos, ya tenías la idea de no ser nada, y cuando un buen día te borraste del "Moderno de Maipú" y todas las referencias llegaban de Buzios, supe que Kerouac y los suyos habían hecho mella en el hombre de "Devoto", en el ideólogo de "Opium", en el editorialista que no buscaba la fama ni el reconocimiento de los "escribas" oficiales. Y bien, historiador y fundador de "cantemos al ocio", el tiempo perdido o ganado se termina, la aguja afilada y necesariamente puntiaguda se superpone con la otra, la más pequeña, iniciando el vigor de las campanadas finales.”
Se relacionó, en esos años, con poetas, artistas plásticos, músicos, delirantes y buscadores varios, muchos de cuyos nombres pasaron a la “posteridad” y son reconocidos ahora en el mundo cultural de nuestro país.
En el ´98, y con motivo de un encuentro que con el Magno tuviese en Buenos Aires, en vísperas de que éste partiese hacia España, Héctor Libertella escribió un breve texto que apareció en el diario “Clarín” y que decía, entre otras cosas: “Desde Leandro Nicéforo Alem a Maipú y de Marcelo T. hasta casi Córdoba, allí está la Gran Manzana. Ni qué decirlo: en los dorados sesenta era muy loca. Me consta porque viví años de años como un gusano en el corazón de esa manzana. (...) Misteriosa y cambiante manzana. Hace cuatro días me encontré allí mismo, ¡después de 30 años!, con los míticos integrantes de la revista “Opium” –especie de boletín poético del barrio– : Ruy Rodríguez y el legendario Mariani, centro paterno absoluto de aquellas mesas del Bar Moderno...”
Actividades diversas realizó en ese tiempo para subsistir. Protagonizó varias publicidades y cortometrajes, puso su rostro en imágenes de fotonovelas, en las que solía hacer el papel de galán maduro, según contó alguna vez, y fue uno de los personajes de “Tiro de gracia”, película que, dirigida por Ricardo Becher y con guión de Sergio Mulet, se estrenó en 1969. Sudamericana le publicó, en esa época, “7 historias bochornosas”, un volumen en el cual se reunían siete cuentos de su autoría.
En el año 1972, y luego de publicar “7 poemas grassificantes”, decidió abandonar nuestro país y fue entonces cuando partió hacia Brasil. “Estaba harto de los golpes de estado y de la policía argentina (¡documentos! ¡documentos!) y además en un acto de premonición supe perfectamente lo que iba a pasar. ¿Por qué Brasil? En primer lugar por causa de la bossa nova: yo era (y sigo siéndolo) un admirador de Joao Gilberto. También me gustaban mucho Vinicius, Gal Costa, Elis Regina, Edú Lobo... y, en segundo lugar, tuve el presentimiento de que pasase lo que pasase no me iba a aburrir para nada y acerté en pleno...” explicó en alguna entrevista. Y también: “Allí me pasaron muchas cosas buenas y otras muy jodidas. Primero caí en San Pablo y de ahí me fui a Buzios, donde viví del ´75 al ´78. Por aquel entonces no había mucha gente, era una aldea de pescadores y sólo había cuatro bares. ¡Era un paraíso!”.
Fueron años en los que perdió todo contacto con su familia y sus viejos amigos, a tal punto de que muchos pensaron que había muerto. En un cuento que lo tiene como protagonista, un amigo de mariani, Poni Micharvegas, escribió, a raíz de un encuentro casual con él, en Brasil:  “Desde hace tiempo andábamos buscándolo a través de noticias inciertas que nos forzábamos por creerlas veraces. Así el Poeta había muerto (de algo así como muerte natural) en plena selva amazónica, en una larga excursión en barco que remontaba el espléndido río. (...) Otra era aquella de que estaba virtualmente vivo pero atrapado por todos los poros de los vicios inmundos que daban los barrios prostibularios de la cidade, especialmente el Mangui. Una tercera (...) decía que se lo había visto en una playa al sur de Bahía, vendiendo sánduiches y cocacolas en una carpa improvisada con lonetas y palos de pino. Esta última, la que lo daba rebuscándosela, era la más creíble”.
No sucumbió en Brasil, sin embargo. No escribió mucho durante ese período, abocado a vivir más que a producir. “Vivía y leía más de lo que podía escribir. Todo era vivencia, vivencia. Es una vida muy intensa la de Brasil.” Sólo publicó un libro de poemas: “7 Poe-mas”. Distintas actividades de rebusque, como vender ropa, bijouterie, panchos o libros usados en la playa, lo ayudaron a subsistir en esos años.
Y en el ´96 nos “cayó” en Zapala. Tras largos meses de internación en una institución psiquiátrica brasileña por causa del alcohol y los “etcéteras”, como él mismo dijera, alguien se puso en contacto con su hermano Atilio, advirtiéndole que estaba muy mal, permanentemente alcoholizado y viviendo en la calle, al borde de la muerte. Tras una invitación de éste, el Poeta se refugió en una de las habitaciones de su casa, donde, lentamente, fue recuperándose.
Dos años duró su estancia allí, pues a fines del ´98 partió, invitado por su amigo José, “el Gallego”, hacia Madrid, de donde volvió, un año después, también con la frente marchita, luego de meses de “pasarla mal”, viviendo en la calle o en albergues para indigentes, para quedarse definitivamente en la ciudad neuquina. “La situación de nuestro amigo MARIANI no mejora. Antes bien, se complica día a día. Un cierto “negativismo sistemático” hace que rechace el tipo de ayuda que aquí podemos ofrecerle. Y él sigue “resbalando” sobre esta realidad. Se siente “enfermo”, bebe, y eso le hace sentir más “enfermo”, y así. Y al estar indocumentado, se hace cuesta arriba tratarlo en instituciones españolas que tienen el rostro de la caridad pero las entrañas del demonio...”, nos escribía Poni Micharvegas, quien le tramitara la repatriación, vía Cancillería, desde España. “Volví porque al final me estaba yendo mal, al principio me fue bien, después me fue muy mal, estaba en la calle, tres meses, después me consiguieron, por suerte, un albergue, donde había por lo menos para dormir, comer y tomar un baño y ahí sentí que tampoco me podía quedar a vivir eternamente en el albergue porque es un especie de mezcla de cárcel con hospital, si bien podía salir y entrar, pero mismo así, había horarios y ciertas reglas y etc., que en fin, son comprensibles...”, le cuenta el Poeta a su entrevistador, de regreso en Zapala.
Pero además de “pasarla mal”, siempre presentes en él su tendencia a la autodestrucción y su pasión creativa, en Madrid el Poeta le dio vida a “Damajuana. Poesía aleatoria”, revista literaria en uno de cuyos números mariani escribía: “Antología Aleatoria (De La Poesía.). ¿Por qué? Porque ‘pescamos’ los poemas de donde (i cómo) podemos. Sin prejuicios –o pre conceptos-, a menos que se consideren como tales buscar la calidad… i principalmente la creatividad, o la intención de crear o re-crear el ‘hecho poético’. ‘Pescamos’ de otras antologías, de las gavetas de los amigos o del libro que nos hiere nos fascina, el libro que tenemos, o que nos prestó-cedió-regaló mariángeles, o pepillo (según el gusto de cada uno), tras sudorosas sesiones de búsqueda; o que –distraídamente- se nos pegó en alguna librería (santas instituciones). Pescamos –lo confesamos con la debida constricción- sin poseer la parafernalia suficiente que ofrecen por la televisión! Perdón… Perdón! Pues apenas tenemos para el vino. Cuando tenemos. Justificaciones ‘ideológicas’? Por favor, señores (i señoritas) comisarios de ¡LA CULTURA! Por favor…!”.
Años prolíficos, en cuanto a su producción literaria, los que pasó en Zapala. El reposo del guerrero. En la chatura de la estepa patagónica y de la vida social zapalina, lejos de la intensidad de los´60 de Buenos Aires y de Brasil, en la tranquilidad de la casa de Atilio o de Adriana, en la soledad de su pieza de pensión, escribió y publicó como nunca lo había hecho antes. Reflotó, reformuló y redondeó algunos viejos poemas que tenía dando vueltas por ahí, y escribió otros muchos. Publicó, en forma artesanal, varios libros de poemas: “Poemas de oreja”, “Mamotretos i ladrillos... de oreja”, “Mejunje de nuevos! i ‘nuevos’ poemas de oreja”, “Entremeses eróticos (sazonar a gusto)”, en co-autoría con su “ilustradora personal”, Inés Finondo, y “Mamotreto nº 13”, y uno de cuentos: “Historias bochornosas”, presentados todos ellos en las sucesivas Ferias del Libro que se fueron organizando en la ciudad
Agitó el avispero y agrupó, en esta ciudad perdida en la inmensidad de la Patagonia, a varios jóvenes poetas y artistas locales, y organizó algunas muestras artísticas que se presentaron bajo el nombre de “Bajo la puerta del bajo”. Supervisó, también, la publicación de una revista literaria: “De culo al barro”, cuyo nombre parodia el de un programa televisivo zapalino, conducido por un pueril y orondo “gran poeta” local: “De cara al viento”. “...trato de expresarme, y hacer revistas o hacer muestras también forma parte de eso, y no lo hago solamente para aparecer yo, hay una parte de ego, lógicamente, pero además quiero mover el ambiente (...) y encontrar otros espíritus afines, gente que hace una cosa o la otra, que no se conforma...”
Leyó y escribió mucho en esos años, y se lo veía deambular por nuestras calles, enorme y torpe, caminando con dificultad debido a una polineuritis que, como secuela, le dejara la ingesta excesiva de alcohol (“Hay que estar ebrio siempre. Todo reside en eso: esa es la única cuestión. Para no sentir el horrible peso del Tiempo que nos rompe las espaldas y nos hace inclinar hacia la tierra, hay que embriagarse sin descanso. Pero, ¿de qué? De vino, de poesía o de virtud, como mejor les parezca. Pero embriáguense.”, escribió Baudelaire, y mariani le hizo honor). O sentado, en algún cantero o parecita, cruzadas sus piernas, uno de sus antebrazos apoyado sobre ellas y el otro en el aire, sosteniendo un eterno cigarrillo, mirando pasar la vida, o, con la mirada perdida, sumido en sus pensamientos, viajando vaya uno a saber por dónde o atrapado en las garras de alguna musa, elucubrando un verso.
Toda su vida se mantuvo en los márgenes del “Sistema”, aunque sirviéndose de él para subsistir. “Te imaginás si yo me hubiera dejado arrastrar por problemas de laburo (léase también guita), dónde estaría desde hace décadas? Dónde? En la fosa (común) INDUDABLEMENTE. No, andrés, ese tipo de problemas que te impone el Sistema i sus cómplices conscientes –los agentes: policías, milicos, burócratas, tecnócratas, en fin, toda la paranocracia oficial i el Capitalismo en general– i, también, los “inconscientes”: la familia, las mujeres (!!), los vecinos... i así, ese tipo de problemas no puede acabar con Nos –nos mediante, es claro–. (...) Con nosotros sólo “pueden” nosotros”, le escribía a Andrés Cursaro. Y al “Cofla” le decía, en la entrevista, cuando éste le preguntó si alguna vez se había sentido presionado por su forma de vida: “Por supuesto, las personas no quieren saber nada de personas que no estén esquematizadas porque todos quieren que los salve alguien, Dios, el gobierno, qué sé yo, Tarzán. Las personas quieren que venga alguien a salvarlos, alguna vez, y entonces no soportan que uno esté buscando continuamente, atreviéndose a vivir. Claro, muchas veces he caído del caballo, por supuesto, y vaya a saber cuántas veces voy a caer todavía, no que me guste, pero bueno...” A pesar de las caídas del caballo nunca se quebró ni se dobló, a lo sumo, se reventó.
Un sobreviviente, sin duda, ha dicho alguna vez: “Han conseguido sobrevivir millones de años, ocultándose en las grietas, en las rajaduras, en los “aujeritos”. Los grandes bichos, los dinosaurios: caput. Han sobrevivido los insectos. Millones de años. Yo no quiero sobrevivir millones de años, por supuesto, sería un poco aburrido, pero entre tanto me he dedicado a sobrevivir, así, a través de las grietas, en agujeros”.
Amante del buen jazz, del buen cine, del buen fútbol, de la buena comida y, por supuesto, de la buena literatura, fumador incansable, bebedor empedernido, consumidor de “lo que pintara”, conversador ameno, conocedor de muchas cosas, locuaz y entusiasta por momentos, hosco y callado por otros, irónico, mordaz, lúcido, contradictoriamente más allá del bien y del mal sabedor de la inexistencia de verdades absolutas, a veces, y preocupado por banalidades cotidianas, en otras, su presencia se nos hizo indispensable.
“Cachorro de raza inmensa, de grandes patas torpes, de mirada dulce o perdida, de a ratos mordedor implacable, de a ratos absorto en sus recuerdos, escondiendo su ternura detrás de un par de ladridos. Prefiero recordarlo así, como el magno desafiador, el magno degustador, el magno amante de la música, el magno enemigo de la tecnología, el magno manipulador, el magno chorro por deporte, el magno un poco mentiroso, el magno contrariador de quebrados y achanchados buenos ciudadanos, el magno despreciador despiadado de chatos e indiferentes desapasionados, el magno desordenado, el magno deslumbrado por el descubrimiento tardío de la magia de la Naturaleza, el magno admirador de mis gatos, el magno insurrecto irrespetuoso, el magno simpático y ocurrente y el magno antipático ensimismado: es decir el magno humano, el magno obsesivo de la puntualidad, el magno insistente corregidor infinito de sus propios poemas insoportablemente por siempre, el magno enemigo de la ducha diaria, el magno egoísta por sobreviviente, el magno generoso por estar de vuelta, el magno cabezadura, el magno escrupulosamente discreto, el magno anarcodiscutidor, el magno contador de anécdotas, el magno amante de las novelas policiales, el magno baquiano de todas las literaturas, el magno conversador, el magno poeta, el magno amigo querido, el magno Magno.” Así lo recuerda Adriana, en cuya casa el Poeta viviera durante dos años, a su regreso de España.
La enfermedad se manifestó en vísperas de la Feria del Libro que se hizo en Zapala en junio del 2003. Con los síntomas de una gripe, que lo mantuvo en cama por varios días, comenzó los estudios médicos que le diagnosticaron cánceres varios: uno cierto en la boca, y otros probables (nunca completó los estudios, que se perdieron varias veces, harto del manoseo a que se vio sometido y de la ineficiencia del sistema público de salud) en otras partes del cuerpo. Y allí comenzó su calvario. En forma paulatina y progresiva se le fue haciendo cada vez más difícil caminar y hablar, hasta que quedó postrado y confinado en la soledad y el tedio de su pieza de pensión, necesitado de un lápiz y un papel para poder comunicarse, y visitado por unos pocos amigos (el “Kolo” Franco, Guillermo Funes, Claudio Saez, Nico Ciucio, Ricardo Ortiz, Adriana Marcus, yo...) que le acercábamos comida, fernet, cigarros, música, compañía...
Pasó los últimos meses de su vida en el Hospital de Zapala, de donde fue derivado, por falta de espacio, al de Mariano Moreno, a 20 kilómetros, donde nos dejó (¿nos dejó?) el 13 de agosto del año pasado.
“Ayer falleció el Poeta. Te imaginás que estamos todos de capa, alma y párpado caído. Hace 20 días lo llevaron al hospital de Mariano Moreno. Allí estaba mucho mejor, en una pieza de dos camas, estaba al lado de una hermosa ventana con vista a los árboles. Los médicos le quitaron el fernet (su apoyo frente al dolor, que dijo no sentir demasiado, y que lo hacía volar). Ayer fue viernes 13, así como 13 (de enero) fue el día de su nacimiento, 13 de febrero la primera visita de ustedes a Zapala, y 13 el número elegido para su (último) libro. ¿Te dice algo la cifra 13?”, le escribía Adriana a Andrés Cursaro, con motivo de la muerte del Poeta. También le escribieron a Andrés, en esos días, Ricardo y el “Kolo”. “Apenas le refiero que Mariani enfrentó su final con una entereza admirable y que su presencia intacta me ronda (como a todos) alimentando de a ratos esta resignada e inevitable amargura.” le decía Ricardo. Y el “Kolo”: “Una tarde me dijo (...) que estaba esperando irse y la "cosa" seguía estacionada. Le apenaba verse así, sufrió más las limitaciones que los dolores. Ahora se liberó y me dejó cosas re-copadas: la experiencia de compartir con él la pasión por el jazz (...), el fernet y hasta su escritura que me cuesta un huevo digerir.”
No es mucho lo que pueda decir sobre su obra, ella habla por sí misma. Acercarse a ella, como acercarse al Poeta, conmueve. Produce simpatía o rechazo, admiración o repudio, pero nunca indiferencia. Involucra. “Yo trato de comunicarme y que él (el lector) trabaje su cabeza y sus sentimientos, en la medida que los tenga, que trabaje como trabajo yo. Yo, cuando leo a Kafka, un suponer, tengo que trabajar una barbaridad para captar, entonces creo que los demás tienen que hacer lo mismo, no solamente conmigo sino con cualquier obra. No estoy de acuerdo con explicar las obras, hay que romperse la cabeza y equivocarse, atreverse a equivocarse...”
Ha dicho, mariani, sobre su necesidad de escribir: “Se me cayó encima y se apropió de mí y no tuve más remedio que seguir. Me fascina, con las palabras, buscar mi forma de expresión, que nunca la termino de encontrar, así, definitiva, porque no creo que uno encuentre nada definitivo. Cada vez que escribo un nuevo poema es una nueva aventura, no sé cómo va a salir, no tengo ni idea de cómo va a terminar y, generalmente, los títulos se los pongo después, porque me los sugiere el mismo poema. Mis poemas son, generalmente, diferentes entre sí porque como que se me cae encima la cosa, yo no sé de qué voy a escribir (...), tengo de toda clase de poemas, agresivos, panfletarios, medio herméticos, otros feos, así, a propósito...” Y también: “En la poesía hay un 5 por ciento de talento y un 95 por ciento de sudor. Es trabajo, trabajo y sudor, sudor. Hay que patearse, romperse el culo y sentirse un fracasado y volver sobre cada palabra, sobre cada línea. Eso es lo que creo. (...) Es que corrijo todo el tiempo, incluso lo que está publicado. Cada vez que leo un poema mío, seguro va a terminar con alguna corrección. Es un infierno, el infierno de las correcciones.”
Libre ya de ese infierno, no podrá corregir más sus poemas, pero en ellos, así, inconclusos como los vería él, bellos, potentes, intensos, vitales, musicales... nos acompañará el Poeta por los siglos de los siglos.
                                                                                                                                                                                             Jorge Casella

Sobre el poeta mariani

Soy leyenda    
Poesía > Parte de los modernos que escribían y actuaban la vida cultural de Buenos Aires en los ’60 –pero sin el afán de reconocimiento del Di Tella, ni el compromiso militante de la avenida Corrientes–, poeta, vanguardista y leyenda en vida, Mariani es una figura que cada tanto se rescata con la misma facilidad con que se lo vuelve a olvidar. Guillermo Saccomanno rememora, a partir de su última antología poética, el encuentro que tuvo con él cuando ya muchos lo daban por muerto.
Guillermo Saccomanno
El tío Roberto es de los escritores y poetas de Boedo. Fue elogiadísimo
por un libro: Cuentos de oficina. Una tarde, en su ausencia, Reynaldo sube
la escalera de caracol hacia la pieza del tío y espía sus pilas de libros, diarios, revistas. Le llaman la atención unas hojas escritas a máquina con marcas a lápiz. El pibe reconoce la letra del tío. El tío lo sorprende: “Ese Roberto tiene más talento que éste”, le dice. El Roberto del que habla el tío es un compañero, un tal Arlt, que le pasa sus originales para que ajuste su ortografía y sintaxis. Al pibe empieza a poseerlo la literatura. “Mis primeras lecturas fueron una mezcla rara entre Salgari y Pirandello”, contará más tarde, en un bar de Zapala, el sesentón que fue ese pibe, a Lautaro Ortiz, periodista de este diario. En los ’60, el pibe es un poeta en los alrededores de Plaza San Martín y el Bajo, el Di Tella y Filosofía y Letras.
Se presenta como “Mariani”, a secas. Publica sus versos de modo artesanal. Prescinde de las mayúsculas: “mariani”, firma. También reemplaza la “y”, la griega, por la “i”, la latina. Por la zona circulan Briante, Di Paola, Dal Masetto, Micharvegas, Cutaia, Macció, Libertella, Madariaga, Noé, Masotta y toda la fauna moderna. El núcleo es el bar Moderno. Se junta con Ruy Rodríguez, Sergio Mulet, Isidoro Laufer, Juan Carlos Kreimer, Gustavo Trigo, Mario Satz, los hermanos Miguel y Leopoldo Bartolomé. Sacan una revista, Opium, que no pasará los seis números. Según Rafael Cippolini, copian las vanguardias del neoyorquino Grupo Fluxus y del Grupo Pánico de París integrado por Arrabal, Topor y Jodorowsky.
Los “piumos”, como los llama Kreimer, versión criolla de los beats, son “iracundos” de clase media, más integrados que marginales. Algunos figurarán en The Players versus Angeles Caídos de Alberto Fischerman, o en Tiro al Pichón de Ricardo Becher, donde Mariani participa como actor. Más zarpados que los ditellistas, a los de Opium no les importa el éxito. Tampoco el compromiso, como a los de El Escarabajo de Oro. En vez de la ginebra que toman los intelectuales del bar La Paz, prefieren el whisky y la marihuana. Mientras otros discuten la lucha armada, ellos adoptan una consigna de Pound: “Cantemos al amor y al ocio, nada más merece ser habido”. Y se radicalizan,
pero en el pasarla bomba mientras los ecos de las bombas reales alteran la noche. Además de leer a Ginsberg, Corso y Ferlinghetti, escuchan a Charlie Parker, John Coltrane y Ornette Coleman. Desde París, Cortázar celebra la escritura jazzera de Néstor Sánchez, quien,a su vez, acerca a Mariani a la Editorial Sudamericana su único libro de narrativa: 7 historias bochornosas, donde hay una escritura que se cuestiona a sí misma todo el tiempo y camina por la cornisa de la vanguardia. Cortázar escribe en Rayuela que el genio consiste en apostar y acertar. ¿Aciertan Sánchez y Mariani? ¿Y si están sobrevalorados  por el imperativo de los suplementos literarios de andar rescatando un “maldito” todas las semanas para entretener a sus lectores dominicales? ¿Por qué no preguntarse esto? A esta altura, el rescate es un género literario.
Y esto que escribo, advierto, no escapa a sus reglas.
A comienzos de los ’70, Mariani abandona el país. Se la ve venir, dice. San Pablo primero: una de las publicaciones que funda es Maconha Press, título elocuentísimo. Después de San Pablo, Buzios, cuando todavía es un pueblito
de pescadores, bastantes años antes de convertirse en meca turística de hippies, progres y nuevaeristas acomodados. En Buzios, Mariani se encuentra cada tanto a chupar con un yanqui. Hablan de literatura negra: Chandler, Hammet, sus predilectos. Tiempo después encuentra la foto del gringo en una novela: Jim Thompson. La vida de Mariani está cargada de anécdotas en las que confluyen la piolada con la pose del intelectual superado que pudo ser
uno de “los reventados” de Jorge Asís. Es común en esta época que un autor
se defina por sus actividades extraliterarias, por lo general rudas, viriles. “Vivía
y leía más de lo que podía escribir. Todo era vivencia, vivencia”, se acordaría más tarde Mariani. En tanto, se las rebusca vendiendo ropa, bijouterie, panchos, libros usados. Refiriéndose a sus “oficios”, como los llama, apura una lista canchera: pinche, equilibrista, campana, fiolo, maestro y consejero de jóvenes.
Las “vivencias”, en coherencia con la construcción del mito, le sacan ventaja
a la escritura. Y el mito termina fagocitando la obra. No obstante, en sus últimos años, Mariani habría de aceptar: “En la poesía hay un 5 por ciento de talento
y un 95 de sudor. Es trabajo, trabajo y sudor, sudor. Hay que patearse, romperse el culo y sentirse un fracasado, y volver sobre cada palabra, sobre cada línea.
Eso es lo que creo. Es que corrijo todo el tiempo, incluso lo que está publicado. Cada vez que leo un poema mío, seguro va a terminar con alguna corrección.
Es un infierno, el infierno de las correcciones”. En el ’96 ya está inminente
el desenlace de su ficción existencial. Mariani tiene sesenta años, sigue alcohólico, y termina en Zapala, geografía on the road. Tiene un cáncer en la boca.
Unos jóvenes del lugar se transforman en su cenáculo. Intentan cuidarlo.
Pero no le preocupa cuidarse. No afloja con el alcohol. Los amigos lo ayudan
a publicar algunos de sus poemarios. Lo último es una antología poética: A secas. Contiene un documentadísimo prólogo de Jorge Casella y reproduce numerosos testimonios de Mariani. Escribe: “Qué es insistir, obstinarse / en el intento de saber / querer saber qué es / el qué / que hay por detrás / arriba, abajo, entre / por delante, por fuera/ i/o por adentro /... de qué / (...) un no se sabe qué / que tenga qué / sentido / un algo qué / que signifique / qué”. Mariani tiene una sola certeza: “La pluma es mi instrumento / sólo yo solo en mi instrumento / el instrumento es soy yo”. Encontré su antología final en una feria del libro en la Patagonia. Había escuchado mencionar a Mariani una y otra vez. Cada tanto algún suplemento se acordaba de su leyenda. Más de una vez se lo daba por muerto. Si la Patagonia fue considerada durante un siglo y medio la Siberia argentina, en tanto Mariani la elige como territorio final, parafraseando a su amigo Néstor Sánchez, el último capítulo de su novela bien podría llamarse
“Siberia Blues”. “A mí, la Patagonia me gusta, a pesar de todo. Pero no me hablen de Bariloche o San Martín. A mí me gusta como es acá, despojada”, dice Mariani. El alcohol y el cáncer lo carcomen. Los médicos le quitan el fernet, último apoyo frente al dolor. El viernes 13 de agosto de 2005 muere en un hospital neuquino, en una pieza con dos camas y una ventana que deja ver unos árboles. Los amigos que lo ayudaron a publicar rodean la cama. Alguien se acuerda de que el difunto había nacido un 13 de enero. Se preguntan si el número 13 querrá decir algo.  

A SECAS
ANTOLOGIA POETICA
mariani
Compilador:Jorge Casella
Ediciones de La Grieta
96 páginas

IL VIANDANTE

qualunque sia il ritmo dei suoi passi
e le rovine che gli infligga il tempo
nient'altro la polvere millenaria della memoria
ed il suono dei sogni - la sua essenza
le accompagneranno nel proprio errare d'esili
lungo un unico cammino ... "quello che lo accetterá"
senza giustificazione, senza echi, senza certezze
con nulla, libero
                               e poichè libero, solo     
                                                                                  ' 97


trascrizione martha bello
tradotto martha bello / marina spinella
madrid / venezia 2004

BLUES PER CESAR VALLEJO I

ti mando quest'abbraccio forte
ti saluto, cesare
da qui, gettato in questa branda
in una stanzetta, in una pensione
(brande sempre brande)
la coperta consapevolmente grigia
il lenzuolo permaloso
il cuscino stufo di aspettarmi

ti saluto col bicchiere pieno di pene
pene dal muro
pene dal tavolo zoppo
dai bottoni che mi mollano
dai pantaloni sempre stanchi
dal giorno alla finestra indifferente

ti saluto cosí, senza rumor nessuno
brindo alla tua presenza muta tra le ombre
e penso che oggi sia forse un giovedì
come quel tuo giovedì, dal quale avevi "giá il ricordo"

                                                                       zapala '98
                                                                      madrid' 99

trascrizione martha bello
tradotto martha bello / marina spinella
madrid/venezia 2004

BLUES PER CESAR VALLEJO II
dopo quarant'anni di assenza
ritorno da te, césar vallejo
diciamo che ti faccio una visita
da amico, e anche per saldare ... alcuni debiti

mi son cancellato, è vero, camminavo cercando di schivarti
(fantasticavo per la colombia, per rio di janeiro)
cercavo di dimenticarti ...!
(scemo dimmi, scappare dalla tempesta
nello tuo sguardo)
ma sono qui, di nuovo
e anche se spaccato dal mezzo a tutto o niente
sono disposto a rincorrerti lungo le tue rughe-labirinto

con una coppa di vino un po'acre
un po' di hachich (di quello buono)
un vecchio blues per lonni johnson
e ti ricordo aspro tra i denti ingialliti

fuori, é ovvio, l'acquazzone che ci spezza

                                                          madrid/zapala ' 99

trascrizione martha bello
tradotto martha bello/ marina spinella
madrid/venezia 2004

IL CONDOR (PIANO)
                   
                                     - a ' federico', ovviamente -

alle cinque di pomeriggio
alle 3, alle 7
o alle 0, a tutte le ore, alla fin fine
gli agenti dell' ORDINE
i guardiani de LA LEGGE
torturavano - elettrochochizzavano (*) - sbudellavano
e sbavavano di piacere
alle 5 del pomeriggio ....

e anche all'una alle due e alle tre!
la gloriosa quella della guerra
quella di brown (*), la flotta nazionale
si é tinta di rosso sangue
torturando - perforando - ammazzando
e sparando

                     a proprio agio
dimostrando nel fare questo una rara abilitá

... alle 5 del pomeriggio!

e alle 11, alle 9 o alle 6
del mattino, é uguale
eretti - agguerriti eredi del grande
capitano, piuttosto che dedicarsi seriamente
al rataplan (*)
si sommerebbero al piano
per ballare milonga (*)
senza fermarsi
sequestrando -  violentando - calpestando
e massacrando tutto il mondo allo stesso modo
... al pomeriggio
e alla mattina e di notte
(d' inverno, d' autunno, ecc)
tutti quanti allo stesso modo
senza finire
                fino alla fine
                                  fino alla fine
                                                   fino alla fineee

                                                                           madrid/zapala ' 99

(*) Ammiraglio Brown
(*) (picaneaban, in originale) torturare usando picana elettrica
(*) onomatopéa
(*) "milonga" danza argentina

trascrizione martha bello
tradotto martha bello/marina spinella
madrid/venezia 2004

TANGO DEL PEDAZO DE PIZZA

        sola, ya seca y olvidada
 la vi esta madrugada, pizza
 abandonada en un rincón del mostrador
fofa, bien fría
 feta sin gracia
 en su principio de atrofia
 pedazo de algo que espera
 esperaba tal vez una mordida
                                 -son 6 i veinte

         pero nadie la prestaba, jódase
 la minima atención     no había lujuria
 ayi a la vista, ah resto de masa seca
 que horas atrás vistió tomate
 que hasta de queso bien se lució
 -i pimentón medio mofado

 que algún cliente, yeno de vino
 i náusea, i harto de farra
 la desechó, voló
 o está en el baño
 (pasiyo al fondo)
                    -las 6 i treinta

          el gordo clásico, josé de turno
          i des esclavachos, lejos de lejos
          sueñan  o añoran... qué sueños
          largos por mi ignorados

i mi porción , viviendo al margen
en su papel de estragos, de seloenvuelvo

        vos que ya fuiste húmeda
        ay, "entre las nubes de humo azul"
sudando grasa-i las moscas-, desaparece    
(rán) súbito dentro 'el esgoto voraz
mi boca experta, desprestigiada, digo              .
sino de ansias, de algunos dientes'

i yo i agradecidas tripas, piernas, i el resto
remontaremos "las 100 mejores" de las lenguas
liras: la lunga lunfa i la castellana luenga

      por esas cayes de nuncas                                      
      yiros, frilos. yuta, fiolos
      lunas, adoquín con rata (eructo)
      muerta, parias, olores locos
      boteyas rotas…i.el  resfalón
     de pura mufa, hasta el colchón

(… éste, no sé qué espera, "hijo  de..."
sólo él lo sabe, o finge, o sueña)
-6 i cuarenta

     flecos de risas, ecos de yantos
     locos  sudores, sábanas lerdas
      pelos, ojos, puchos, pelpas
      desafinando por todo el cuarto

     i entre migajas i restos de queso
pedazo   porción   o feta en pena
de eya quedó el recuerdo, pizza
hoy una garra artera, 'nel corazón

       i nada más                    volutas de humo
                      alguna media                          dosis

                                                            '95-'97


BOLERO
   sé que "morir de amor-pena-dolor
 entre unos brazos traicioneros..."
 ya no es más moda: es mala prosa
 o paranoico asunto; i, nos dicen
 hablar hoy de angustia existencial
 es apenas un discurso decadente
 producto del hastío -o 'puro verso'

   i sé que la esperanza es, nada más
 que una. quimera; i lo será, por cierto
 para siempre; pobre ilusión... fingidos
 besos, i guiños seductores de los Amos
 i Sres que florean la real, con falsas
 juras en clave de espejismos por entregas

  'realidad', bochornoso día a día, vida?
 amarga confitura de fría demagogia moralera
 bañada en represión al chocolate-sangre, ay
 adulteradas cremas de futuros esplendores
 i ensueños a colores

                    la oscar!, la nobel!
diosas fatuas de la fama i la fortuna, oH
gastadas putas que se exhiben-vanaglorian
maquilladas de hipócritas alburas, ahmorr
en las vidrieras del fiasco-oferta cotidiano

                                         '96/'97

Entrevista
 Mariani por él mismo

Uno de los fundadores de la revista Opium (y además sobrino de Roberto Mariani, aquel ntegrante del grupo Boedo) cuenta cómo empezó todo y cómo se hizo amigo de Jim Thompson.
Por Lautaro Ortiz
Con un largo piloto y el infaltable pañuelo al cuello, Mariani (1936) es uno de los tantos que se afirman todas las tardes a la minúscula barra del bar-pool El Torren, en la ciudad de Zapala, en Neuquén. A su lado un Fernet con soda y también, muy cerca, la mochila de cuero donde el "patagón contemporáneo" (tal como firma junto a su apellido) guarda ejemplares de su nueva revista De culo al barro y algunos de sus libros editados en Buenos Aires, San Pablo y Zapala, última ciudad donde recaló en 1998 luego de un derrotero de 23 años por Brasil. "Gracias a mi hermano sobreviví", confiesa. El dueño del local complace a Mariani con algo de jazz ("Este pibe cuando se equivoca pone a Ellington"). A gusto, entonces, Mariani comienza a evocar los hechos de su vida defendiendo siempre su condición marginal: "No tengo dinero, no tendré jubilación, estoy enfermo y sigo siendo alcohólico", señala antes de la primera pregunta:
¿Cómo fue la relación con su tio, Roberto Mariani, integrante del grupo de Boedo?
- Roberto era un tipo muy dulce, muy amable. Murió cuando yo tenia 10 años y a pesar de mi edad entablamos una fuerte amistad. Yo solía quedarme en su casa del barrio de Once. Recuerdo su gran biblioteca, abarrotada de libros, sobre todo de escritores rusos como Gorki o Dostoievski, pero también estaban Joyce y Pirandello. Roberto me pasaba algunos de esos libros. Por otra parte en mi casa -familia de clase media, con un padre ferroviario y una madre maestra- había muchas novelas de aventuras y panfletos políticos de socialistas y anarquistas. Por eso mis primeras lecturas fueron una mezcla rara entre Salgari y Pirandello. Incluso recuerdo haber leído a los 12 años, con un miedo terrible. Mi lucha.
¿Lo conoció a Arlt?
- Si, fue una tarde cuando Íbamos a una pajarería donde mi tío tomaba su bebida sin alcohol.  Él solía decir de Arlt con una sinceridad valorable: "Ese Roberto tiene algo que a este Roberto le falta: talento". Mi tío tenia una buhardilla con una escalera de caracol y yo vivía fascinado con ese lugar. Una tarde me quedé solo en esa casa del Once y me atreví a subir.
Encontré una gran mesa llena de manuscritos y carpetas. Recuerdo que había uno abierto, todo tachado a lápiz. A pesar del miedo de haber cruzado esa zona prohibida, cerré la carpeta y en la tapa vi que decía Roberto Arlt. Con el tiempo descubrí que mi tío le corregía los originales a ese talentoso. A decir verdad, le debo a mi tío haber comprendido uno de los mecanismos básicos de la literatura. Un día se estrenó su obra teatral Un niño juega con la muerte en el Teatro del Pueblo y allá fue toda la familia a apoyar a Roberto. El personaje principal se suicidaba al final de la obra y tuve que pedirle a mi tío que me mostrara el revólver porque yo estaba convencido de que el actor se había matado. Ahí comprendí que en e arte no interesa lo veraz sino lo verosímil.
¿Cree que la obra de su tío influyó en su literatura?
- Ideológicamente, pero no en el estilo. Muchos años después escribí algunas obras de teatro basándome en sus Cuentos de la oficina, retomando ese ambiente subterráneo donde todo es automático: la repetición cotidiana sin perspectivas, sin imaginación, sin vuelo. Estilísticamente me siento más influido por la novela negra norteamericana y por tipos como Kafka y Pound.
¿Recuerda cómo se inició en los  '60 la revista Opium?
- El grupo lo iniciamos con Ruy Rodríguez. Luego se sumó otra gente, escritores ocasionales. La tendencia de la revista era libertaria, aparecían todos aquellos escritores que nos parecían con intenciones creativas, no nos importaba su tendencia. Salieron sólo 6 números y ahí conocí a grandes tipos: Briante, Di Paola, Dal Masetto, y otros. Por aquel entonces frecuentábamos el bar Moderno de la calle Maipú, por donde desfilaban Molina, Madariaga, Latorre, Mujica Lainez, Macció, Noé. Muchos antes había comenzado mi amistad con Néstor Sánchez, él escribía escuchando siempre algún disco de jazz, escribía y de fondo estaba Coltrane. Varias veces llegué a su casa y parecía drogado, absorbido por la escritura. Era una cuestión de ritmo. A él le debo la publicación de mis 7 historias bochornosas en Sudamericana. Creo que Sánchez llegó al corazón de la literatura, una obra donde no hay casi personajes, ni historias evidentes. La obra de Sánchez es una metáfora sobre la incomunicación, la ansiedad de sobrevivir y también sobre la muerte. Por ello llamó Siberia al área donde había nacido. Villa Pueyrredón, esa soledad en medio de la ciudad.
¿Qué significa el jazz en su escritura?
- Casi todo. Yo nunca programo nada de lo que voy a escribir, las palabras me caen como si se me viniera el techo encima. Sobre la marcha pongo un disco de jazz y allá voy, la cosa fluye, no tengo propuesta previa, en mi hay una mejora de las influencias y, a veces, en ese automatismo a uno le aparece Góngora, Heine o Vallejo. Como en el jazz, la base es la inspiración. Mariani se detiene ante la llegada de un grupo de adolescentes que copan las dos mesas de pool y piden a gritos algo de rock. Vuelve a encender un cigarro Villiger usando una caja de fósforos Tres Patitos grande y con la mirada se despide de los viejos parroquianos. El clima cambió, Mariani confiesa: -Tanto en literatura como en la vida, mi búsqueda tiene al caos como eje de la creación. Sin caos no hay nada. Todo creador busca ordenar su universo. La experimentación en el arte conforma también un caos, intentar ordenarlo es luchar contra el conformismo. Desde esa perspectiva es que valoro a los tipos que se juegan, como Sánchez o Cortázar, que sin lugar a dudas eran audaces.
¿Por qué razón se fue del pais en el '73? ¿Por qué Brasil?
- Yo la veia venir y además estaba cansado de ese pais policial y militar que teníamos. A Brasil llegué por la música de Joao Gilberto y Vinicius. Alli me pasaron muchas cosas buenas y otras muy jodidas. Primero caí en San Pablo y de ahi me fui a Buzios, donde viví del '75 al '78. Por aquel entonces no había mucha gente, era una aldea de pescadores y sólo había cuatro bares. ¡Era un paraíso!
¿Allí conoció a Jim Thompson?
- Si. Nos conocimos sin saber quién era uno y quién era el otro. Yo vendía libros usados en la playa, un rebusque que me ayudaba a sobrevivir. Un día conocí en un bar a un americano muy ágil y divertido al que le gustaba leer, sobre todo, literatura policial negra. Ahí nomás empezamos a hablar de Chandier, Hammet y otros. El tipo nunca se despedía porque cada 15 días nos encontrábamos y hablábamos de las últimas lecturas. Sólo me dijo al pasar que él había escrito algunas cosas, algunos guiones. Nunca hablamos de nuestros propios trabajos. Pasó el tiempo y comprando libros usados para revender en la playa, miro la foto de un libro y era él, ese americano tan divertido y borracho como yo. Un gran novelista que aún hoy sigo leyendo.


Un ikebana del escandálo
Por Rafael Cippolini

Contemporáneos al alto delirio del Grupo Pánico de París (el de Arrabal, Topor y Jodorowsky), y al charme neovanguardista del neoyorquino Grupo Fluxus (cuyo apelativo también nació con el proyecto de una revista homónima), brilló en Buenos Aires, o más precisamente, en la entonces denominada manzana loca que según varios arqueólogos de los sesenta se extendía un tanto más allá de las coordenadas del Instituto Di Tella, reurbanizando un mapa que abarcaba lo más interesante de lo que sucedía entre las calles Marcelo T. de Alvear, Leandro Alem, Maipú y la avenida Córdoba-, un clan de poetas, todos ellos veintiañeros, que sintonizó como ningún otro aquello que las publicaciones de la época denominaron -parafraseando lo que sucedía en Londres- como el Swinging Pampa o Buenos Aires Beat. Eran, ni más ni menos, a quienes se refirió Miguel Grinberg, entonces director de la revista Eco contemporáneo, cuando, sumamente enfático aseveró: "¡Existen los beatniks argentinos!".
El Grupo Opium (Mariani, Ruy Rodríguez y Sergio Mulet, más las compañías sucesivas y ocasionales de Isidoro Laufer, Marcelo Fox, los hermanos Miguel y Leopoldo Bartolomé y Mario Satz, entre tantos) hizo público su manifiesto en una plaqueta desplegable firmada en octubre del '63, en la que se leia: "Asomados a la confusión de Baires, nuestro pan cotidiano, sintiendo todo el peso del hemisferio sur del caos, aparecemos nosotros y OPIUM; nosotros (sátiros-cinicos-borrachos- enamorados hijos de la decadencia de Occidente) gritando y cantando con los dedos manchados de nicotina apuntando; nosotros amigos hasta que dejemos de serlo (entretanto nos dedicaremos poemas); nosotros oliendo nuestro propio aliento alcohólico.
Nosotros: OPIUM.

Nos conocimos en revistas, en bares, en confusas reuniones a las tres de la mañana. Nos conocimos orinando en baños donde leímos que Perón o Tarzán nos salvarían; nos miramos a los ojos y sonreimos: ninguno quería ser salvado".
Amor y ocio
Beatniks y porteños: un lustro antes, en 1958, el Sputnik I había estrenado su orbitación y fue asi que a la ya existente partícula beat (roto, exhausto, destrozado), que señalaba a los seguidores de Jack Kerouac, se le agregó nik, para formar esa palabra que, según Héctor Zimmerman, describía a los cosmonautas y linyeras del espacio interior.
Zimmerman: "¿Beatniks en Argentina? Eso está bien para los países en que todo funciona perfectamente. Pero acá, lo único que cabe es patalear contra el caos. Nuestro beatnikismo es un ikebana del escándalo".
Opium fue un grupo de fidelidades; en primer término, al apotegma de Ezra Pound que, como proclama poética y existencial, inauguró cada una de sus ediciones: "Cantemos al amor y al ocio, nada más merece ser habido". En segundo lugar, a un grabado en madera de Daniel Zelaya, que se reprodujo en cada una de sus portadas. Y por último, al bar Moderno - entonces en Maipú 918, entre Paraguay y Charcas-, desde donde convocaron a poetas, pintores, videntes y snobs a abandonarse a un estado que, por su desparpajo y provocación, tanto nos recuerda a Entropía de Thomas Pynchon, y tan distante y extraño resultaba a las escrituras políticamente apropiadas de la época.
Las coordenadas estéticas y literarias estaban trazadas y dispuestas, como cuarenta años antes, pero con algunos notorios desplazamientos: si Florida seguía en su sitio, era Boedo la que se había trasladado a los bares de Corrientes, a los cuales nuestros beatniks evitaban estéticamente a no ser para desafiar a sus habitúes a partidas de truco, de billar o aalgún picado. No debemos olvidarnos que Sergio Mulet se presentaba entonces como "poeta y arquero".
Piumo o el anagrama pirofágico
El grupo Opium, asi como las publicaciones que generó, tuvo su tiempo entre 1962 y 1968. Pero ésa es la historia oficial de una experiencia nada oficial. También existe una prehistoria bastante secreta y que puede sintetizarse asi: hubo una primera plaqueta -quizá el primer fanzine sudamericano-, un ejemplar hoy aún más inhallable que sus otras impresiones, que reunió y luego confrontó a Ruy Rodríguez y a un jovencisimo Juan Carlos Kreimer -el mismo autor de ¡Agárrate! (1970), la primera gran biblia del rock nacional, con fotos de Osear Bony y Punk la muerte joven (1978), libro de cabecera de toda una generación de punks hispanoparlantes- por disidencias en la que se entremezclaban lo tipográfico, ideas de diseño y otras intenciones. Rodríguez quemó gran parte de los ejemplares y Kreimer reformuló los restantes presentándolos bajo un anagrama jitanjafórico: Piumo. Si el nombre original era una apropiación de Alfred Jarry (de Les minutes de Sable Memorial: "Tras entregar un papel azul al cajero, con el bolsillo tintineando, ascendí a uno de los ómnibus del pais del Opium"), el neologismo de Kreimer pasó a engrosar, de inmediato, el argot circulante de unos pocos iniciados (perversiones de otras perversiones del lunfardo). Como "Sunda". Menesunda, Ultra Zum, etc.
Fue entonces cuando Rodríguez (fan confeso de la poesía de Enrique Molina) conoció a Mariani (quien todavía usaba su nombre de pila, Reynaldo). Y pocas semanas después. Rodríguez partía hacia Brasil, donde viviría hasta 1964. Colaboró con la Revista Agraria y escribió un libro de poemas, cuya edición íntegra olvidó cuando regresó a Buenos Aires, huyendo del clima político que empezaba a proliferar. Para una nueva plaqueta, donde apareció su poema "El visionario y la ciudad", ensayó una autobiografía mínima: "Nació por 1940, creemos. A veces lo encontramos en un café de Buenos Aires, siempre desaparece al día siguiente. (...) Qué hará mañana, nadie lo sabe. Al frente otros itinerarios llenos de visiones. Esperemos".

Las cloacas de la noche
Tal es el titulo del libro de Rodríguez que se pierde en Brasil, mientras Mariani acomete una renovación de la revista mural en clave hipster: Opium '. Estas errancias, estos papeles sueltos que proclaman una vanguardia instantánea, se oponían, con diferentes grados de tenacidad y cinismo, a aquello que escapaba de la creación de un estado crepuscular, propio; asi como también a toda clase de pretenciones, pero por sobre todo a una: la carrera literaria (para ellos, la mismísima peste). Si revistas como El escarabajo de oro, Ficción o Airón propugnaron, desde sus estilos, un deber ser del escritor, los Opium se divirtieron destrozando y ridiculizando cualquier atisbo de imperativo o certeza. En cualquier sentido. Y para dejar en claro que su fin no era en absoluto la escritura sino lo que ésta producía y provocaba, filmaron cortos descerebrantes en 8 mm con Rodolfo Privitera, amigo de la infancia de Néstor Sánchez, se emborracharon con Tanguito, Javier Martínez, con Moris (que formaba parte de una banda llamada, por supuesto, "Los Beatniks"), Pajarito Zaguri y el poeta surrealista Juan José Ceselli, con Rómulo Macció, Osiris Chierico y Héctor Libertella, quien por esos días se enfrascaba en la cocina de La hibridez. El camino de los hiperbóreos y Papá Proteo; se fascinaron con los nadaístas, con Ornette Coleman y su free jazz, le dieron la espalda al psicoanálisis, compartieron noches de insomnio con Norberto Gimelfarb, patafísico y discípulo de Aldo Pellegrini y Juan Esteban Fassio, con la mítica Negra Rene Cuellar (por la que Osear Masotta perdió la cabeza y derribó puertas), con Poni Michiarvegas, editaron dos números más de su revista (el 2 y y el 3 y ', en julio ynoviembre del '65), prefirieron la  bencedrina y las pastillas Romilar (entonces de venta libre) , la marihuana y el whisky a la ginebra (tan de sus amigos de la avenida Corrientes) y produjeron Jazzpium en el Di Tella, un espectáculo de poesía con objetos en escena de Pablo Suárez, puesta de Norman Briski y música al cuidado de Carlos Cutaia, quien luego formaría parte de Pescado Rabioso y La Máquina de hacer Pájaros.
"Porque no somos ángeles, porque no somos santos, porque no somos buenos vecinos; porque somos inútiles, porque somos escritores que no escriben, porque no fuimos a estudiar a academias para que nos dieran un diploma que nos permitiera escribir gansadas el resto de nuestras vidas; porque siempre seremos estafados por otros más 'vivos' que nosotros, porque constantemente decepcionamos a aquellos (a aquellas) que creen en nosotros, porque estamos completamente equivocados y porque no queremos competir ni triunfar en la vida y ser alguien.
(...) O quizá, porque no tenemos vergüenza. O porque NO, simplemente. En fin, nada del otro mundo: aqui estamos, y allá vamos. ¡SALUD!" (Opium, julio de 1965).
Este transcurrir inoperante
¿Cómo leer hoy, ya en otro siglo, aquella aventura? En principio como un puro deslinde (ya que sus papeles están muy dispersos, sino extraviados). Impresentables a décadas de corrección literaria, dueños de una dinámica conspirativa que reaparecería mediante un salto de décadas en grupos de los ochenta como Speed (a quien Virus les dedicó una canción) de B. O. de Lescano y Tato Odoriz, inspirados como pocos con Invitación a la masacre de Marcelo Fox -quien se suicidaría pocos años más tarde-, publicado en septiembre del '65 y promocionado devocionalmente (y siempre en fotocopias) por Fogwill y Laiseca; o en experiencias como la Escuela Alógena de na Kar Elliff-cé, donde 7 historias bochornosas, primer libro de prosas de Mariani (Sudamericana, 1968, recientemente reeditado en Zapala por Ediciones Truchas), es analizado y difundido desde sus inicios.
William S. Burroughs pensaba que, cuando nos referimos a un nativo, señalamos al que provoca que un sitio no pueda existir sin él. Y asi fue que, desde 1965 hasta 1968, los Opium se transformaron en su propio espectáculo. Comenzaron a realizar lecturas públicas donde leyeron sus poemas y otros de su preferencia (Leonora Carrigton, César Moro, Gregory Corso, Dylan Thomas, Egito Goncalvez, Saúl Yurkiévich, Ted Joans, Jacques Vaché, Jack Spicer, Coco Madariaga, Victoria Rabin, Lawrence Ferlinghetti, etc.). En 1966 se publicó el último número de Opium -probablemente el mejor-, con tapa de Gustavo Trigo (quien más tarde, con guión de Osvaldo Lamborghini, seria el dibujante de la historieta Marc!). En agosto de 1967 se edita El buho en el vitral -textos de Ruy Rodríguez, dedicado a Néstor Sánchez y con tapa de Ary Brizzy, en edición de Sunda BA. Unos meses después, en el '68, Rodríguez parte hacia el sur con su mujer y se instalan en San Martín de los Andes, donde funda un grupo teatral. Esta diáspora vuelve al grupo más incierto.
Sergio Mulet, el sex symbol del grupo, se convirtió en modelo y luego en novelista y guionista (el 2 de octubre de 1969 se estrenó la película Tiro de gracia, con guión de Mulet -basada en la novela de igual nombre- y dirigida por Ricardo Becher, donde, además de Mariani y el mismo Mulet, actuaron Perla Carón, Roberto Píate, Juan Carlos Gene y Susana Giménez (morocha entonces), y cuyo soundtrack fue compuesto por Manal.

Finale
Corría el año 1973. Mariani edita un libro inolvidable: 7 poemas grassificantes, editado por Ediciones de la Flor Alta, y parte hacia Buzios. Nos deja un epígrafe, anónimo:
"No sé de qué están hablando. Pero me declaro en desacuerdo".


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