paolo ruffilli - eneabiumi

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paolo ruffilli

Paolo Ruffilli

Paolo Ruffilli è nato a Rieti nel 1949,
ma è originario di Forlì e vive dal 1972 a Treviso.
Si è laureato in lettere presso l'università di Bologna.
Per anni ha collaborato alle pagine culturali dei quotidiani
"Il Resto del Carlino",
"Il Giornale", "La Repubblica",
"Il Gazzettino".

Fa il consulente editoriale.
Per vent’anni ha lavorato per l’editore Garzantie oggi dirige la collana di poesia Biblioteca dei Leoni.
Autore di romanzi e di racconti, è conosciuto
a livello internazionale per
i suoi libri di versi tradotti
in molte lingue.

Della sua poesia si sono occupati criticamente nomi come Alberto Asor Rosa, Luigi Baldacci, Roland Barthes, Yves Bonnefoy, Robert Creeley, Giovanni Giudici, Alfredo Giuliani, John Deane, James Laughlin, Pier Vincenzo Mengaldo, Czeslaw Milosz, Eugenio Montale, Alvaro Mutis, Cees Nooteboom, Giovanni Raboni, Vittorio Sereni, Andrea Zanzotto
BIBLIOGRAFIA

La quercia delle gazze (1972)
Quattro quarti di luna (1974)
Notizie dalle esperidi (1976)
Prodotti notevoli (1980)
Piccola colazione (1987)
Diario di Normandia (1990)
Ippolito Nievo. Orfeo tra gli Argonauti (1991)
Camera oscura (1992)
Vita, amori e meraviglie del signor Carlo Goldoni (1993)
Vita, amori e meraviglie del signor Carlo Goldoni
Ippolito Nievo. Orfeo tra gli Argonauti
La gioia e il lutto (2001)
Preparativi per la partenza (2003)
Le stanze del cielo (2008)
Affari di cuore (2011)
Natura morta (2012)
Variazioni sul tema (2014)

con il fotografo Fulvio Roiter, Nuvole (1995).
 "Le stanze del cielo"

L’amicizia letteraria che mi lega a Ruffilli mi permette di uscire dalle righe evitando i giudizi di una critica paludata, ingessata e freddamente accademica.
E dirò subito che il cammino scelto dal poeta è ardimentoso e spietato.
Ardimentoso perché le situazioni che mette in gioco – e che esistono al di fuori di una certa qual normalità del vivere comune – appaiono già di per sé critiche e per nulla scontate. Avremmo infatti potuto leggere un mellifluo pietismo per dei poveri cristi incarcerati o drogati. Ma fortunatamente, nulla di tutto questo. Ciò che vi si legge è il grido dell’uomo, spesso o quasi sempre, solo nei sui errori. E nel suo dramma.
Spietato perché alla fine l’urlo che ne emerge appartiene a tutti. Anche ai presunti innocenti.
L’urlo trafigge la vita, il tempo. Sconvolge il silenzio. L’urlo piega gli amori, i ricordi. Abbatte i muri.
Ecco, appunto: i muri. Che sono quelli del carcere. Ma sono anche quelli dell’anima. E allora non ci resta che affidarci ad altre mura, ad altre stanze. Mura fatte di nuvole, di percorsi, di speranze. Stanze le cui finestre danno sul cielo.
E non c’è chi non veda come, questa volta, l’ossimoro apra le proprie ali sul binomio libertà-carcere, realtà-fantasia, parola-silenzio. E non solo.
C’è il dramma, come dicevo, dell’uomo solo con se stesso. Piegato – e piagato - da un’esistenza sbagliata. La vita sentita come un’ingiusta condanna. Una sentenza quasi a priori. Precostituita.
Ma la realtà è questa situazione di sbarre, di mura invalicabili, di tempo senza clessidra. E la fantasia è fatta di memoria, di rimpianto, di sogni perduti.
Da qui sgorga la parola. Il dialogo con se stesso o con un altro da sé che non conosci. Che immagini. Che ti inventi. Come ti immagini amori veri o presunti. Come ti immagini il fiorire di alberi. Come ti immagini la vita al di fuori. Per te e per gli altri. Ma soprattutto per te.
Vorresti ma non puoi.
Cerchi una spiegazione e a mala pena la trovi. E forse è sbagliata come la tua esistenza. O fasulla come la tua fantasia. Una fata morgana qualsiasi che ti supporta. E l’abbattersi del silenzio. Triste come la notte. Ambiguo come il tramonto.
“Le stanze del cielo” mi ha portato a queste riflessioni. Volutamente non ho citato un solo verso. Volutamente non ho parlato di musicalità o di settenari o di cantabilità. Perché Ruffilli ha più volte precisato che non fa differenza tra poesia e prosa. E chi ha seguito la sua raccolta di racconti “Preparativi per la partenza” gliene può dar atto. La sua scrittura – attenzione parlo di scrittura appositamente - ha questo di piacevole: la gradevolezza della parola che ti affascina, che ti trascina, che ti ammalia.
In questo vortice di parola sono stato preso. Da questo vortice esco con qualcosa in più. Come se la metafora, ora, fosse diventata mia. Non è un caso se all’inizio della raccolta sono incise queste parole di Mori i Po: i poeti, al contrario di tutti gli altri, sono fedeli agli uomini nella disgrazia e non si occupano più di loro quando tutto gli va bene.
 
 
Enea Biumi
 
 
 


LAS HABITACIONES DEL CIELO

Todo lo posible

“Se hace todo lo posible
por esta gente”
te dicen de nosotros,
“ por hacerlos estar mejor:
de beber y comer
mas de lo necesario,
y dormir cuanto quieran,
sus misas, los libros,
momentos de distracción y de reposo”
Pero es un otro, el nuestro,
diferente estado
inerte y doloroso.
 

Centenar

Un centenar de hombres
de todas las edades,
como un rebaño
encerrado en el corral,
circundado cada uno
por la privación
de su propia libertad.
La mirada apagada,
un deseo ardiente
del afuera a toda costa
hasta la locura,
una combustión incandescente
en la nostalgia
de gente y mujeres,
cosas y lugares,
una obsesión de todo
sublime y oscura hasta el infinito
de felicidad a consumir ....
de quien trastornado, en sí mismo
extraviado y fragmentado
por su propia fragmentación,
encuentra la frescura de la vida
ya gastada y descolorida.
 

Cárcel

La mesa y la silla,
la pequeña librería
con pocos libros
y la ventana que da al patio
donde están dando
ya el paseo
al aire libre reglamentario:
pocos cada vez
en marchas colectivas
de media hora.
.... que tu respiras
y muerdes, tragas
y digieres,
para sobrevivirte
a ti mismo
a todo lo demás,
al estado actual
de las cosas,
confuso y retraído
cerrado aquí dentro
resucitándote animal.
 

Fuga

Que sueño es este
de hacer un agujero
tan ancho que, si lo deseas,
puedes atravesarlo
y descolgarte
veinte metros abajo
con cuerdas
robadas quien sabe donde
de a poco cada vez ....
Desde aquí veo una casa
ahí enfrente
en la curva del pueblo
y un árbol florido
que destaca su colorido
sobre la fachada en sombra.
Aquel duraznero en flor
y su reiterado florecer
al que no había
nunca prestado atención
mientras estaba fuera
es el símbolo
de aquello que me falta
y que he perdido.

Como en los hospitales

Están llenas las cárceles
como en los hospitales:
de jóvenes y viejos,
de hombres y mujeres
de toda condición
y todas las edades.
Es gente atormentada
y sufriente,
sometida a recaídas,
con muchas enfermedades terminales.
La única cura aquí
es el castigo
pero no es un tratamiento
que siempre sostenga.
nosotros culpables,
que nos tratáis en tanto
como a los animales
no somos bestias
ni monstruos
de los que os habéis librado
tras el escudo
de la ley.
 

El veredicto

El veredicto de condena
para vosotros ahí fuera
es la liberación.
Henos aquí expulsados finalmente
de la sociedad y
algún otro, de dentro
se ocupara de nosotros.
.... que las cosas
no son luego
ni siquiera tan feas.
Que nos habituamos
y que es cuestión
de costumbre,
que las prisiones son hoteles
en los que pasar unas vacaciones
y que la ley sigue
el espíritu de los tiempos,
que no existen más
en nuestro situación
problemas de dinero
o imprevistos laborales
sino mas bien solo orden y reposo....
Es el discurso indecoroso
que nos esta reservado
 

Excluido

Estás solo contigo mismo.
Excluido
junto a otros
solos como tú,
del mundo entero.
Cerrado y comprimido
en una celda
como dentro
una caja de lata
conservado
en tu
ser perdido,
Con el techo que
se te viene encima
y el suelo
que se abre
debajo de ti,
los muros que te

Versión : Martha Bello

comentario de Enea Biumi

El vínculo literario que me une a Ruffilli me permite tomar cierta distancia
de su escritura evitando así los juicios de una crítica ornamental,
rígida y fríamente académica. Diré inmediatamente que el camino elegido
por el poeta es atrevido y despiadado. Atrevido porque las situaciones
que pone en juego - y que existen más allá de una cierta normalidad
en la vida cotidiana – son ya de por sí criticas y para nada banales.
Hubiéramos de hecho podido encontrar una vacua piedad por los pobres
desdichados encarcelados o los adictos. Pero afortunadamente,
no hay nada de eso. Lo que en ellos se encuentra es el grito del hombre;
la mas de las veces, o casi siempre, solo con sus errores. En su tragedia.
Despiadado porque al final el alarido que de ellos emerge nos pertenece a todos.
También a los presuntos inocentes.El alarido trasciende la vida, el tiempo.
Violenta el silencio. El alarido doblega los amores, los recuerdos.
Derriba los muros. Justamente, los muros: que son los de las cárceles.
Pero también son los del alma. Y entonces no nos que queda más
que entregarnos al otro muro, al de las habitaciones. Muros hechos de nubes,
de itinerarios, de esperanzas, habitaciones cuyas ventanas dan al cielo.
Y no hay quien pueda no ver como, esta vez, el oximoron abre sus alas
sobre las antinomias libertad-cárcel, realidad-fantasía, palabra-silencio.
Aun así no es eso solamente. Esta el drama, como decía,
del hombre solo consigo mismo. Sometido a una existencia errada.
La vida vivida como una injusta condena. Una sentencia casi a priori.
Preconstitutiva. Sin embargo la verdad es esta realidad entre rejas,
de muros invalidantes, de tiempo sin clepsidra. Y la fantasía esta hecha
de memoria, de arrepentimiento, de sueños perdidos.
Es de aquí de donde brota la palabra. Del diálogo consigo mismo o con un otro
desconocido. Que imaginas, te inventas. Como te imaginas amores reales
o supuestos. Como te imaginas el florecer de los árboles. Como te imaginas la vida
ahí fuera. Para ti y para los otros. Pero especialmente para ti.
Quisieras pero no puedes. Buscas una explicación y a duras penas la encuentras.
Y quizás es equivocada como tu existencia. O falsa como tu fantasía.
Un espejismo cualquiera que te sustenta. El abatirse del silencio.
Triste como la noche. Ambiguo como el atardecer. “Las habitaciones del cielo”
me ha llevado a estas reflexiones. Voluntariamente no he citado un solo verso.
Voluntariamente no he hablado de musicalidad o de septenarios o de melodía.
Porque Ruffilli ha aclarado muchas veces que no hace diferencia entre la poesía
y la prosa. Y quien haya leído la recopilación de relatos “Preparativos para la
partida” puede dar fe. Su escritura – atención hablo de escritura ex profeso –
tiene esto de placentero: El gusto por la palabra que fascina, que arrastra,
que envuelve. En este torbellino de la palabra he estado prisionero.
De ese vértigo salgo enriquecido. Como si la metáfora, ahora, fuese mía.
No es casualidad si la recopilación comienza con esta cita de Mori y Po:
los poetas, a diferencia del resto, son fieles a los hombres en la desgracia
y no se ocupan más de ellos cuando todo les va bien.

Versione: Martha Bello

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